El próximo domingo 2 de junio se llevará a cabo la elección por la Presidencia de la República, las cámaras de Diputados y de Senadores (en lo federal se disputarán 629 cargos); nueve gubernaturas (la Jefatura de Gobierno de la CDMX, y los gobiernos estatales de Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán); y diputaciones locales en algunos estados, presidencias municipales, regidurías y sindicaturas. Un total de 20 mil 708 cargos tanto a nivel federal como local.
Se dice que será la jornada más grande de la historia de México, con un padrón de 98.9 millones de ciudadanos. Las encuestas en esta coyuntura electoral señalan que está muy competida la elección en la CDMX, Morelos, Veracruz y Puebla. Y Guanajuato y Jalisco no están tan cantadas. Hay mucho nerviosismo, pero para el próximo domingo, solo faltan dos días, y conoceremos hacia dónde apuntó la voluntad de los ciudadanos.
Hace seis años las ofertas de transformación de México ocasionaron que más de treinta millones de ciudadanos votaran por Andrés Manuel López Obrador, actual Presidente de la República. Pero la elección intermedia de 2021 le mostró al Presidente que el clientelismo no le fue suficiente para ganar, como en 2018. La inconformidad ciudadana se hizo sentir en las urnas, en esa ocasión los instrumentos convencionales de medición, esto es, las encuestas, no lo captaron.
Ikram Antaki en su libro El Manual del ciudadano contemporáneo, en la segunda reimpresión de Ariel México, en agosto del 2000, año en que iniciaba el siglo XXI, planteó: “Pero, ¿qué es la democracia? Ni siquiera manejamos bien la idea del voto. Pensar que únicamente vota por nosotros la gente que se encuentra sobre nuestro segmento político es absurdo. Cuando un hombre y un grupo crean una dinámica, pueden ser sostenidos, apoyados por la gente que ayer estaba muy lejos de ellos; mañana pueden votar por ellos los que votaban por la izquierda o por la derecha, o los que se abstenían, todo depende de una cuestión: ¿les están dando esperanza?”.
Si no hay esperanzas porque la gente no percibe el cambio prometido, sin duda lo veremos en los resultados del domingo 2 de junio. Los ciudadanos desde 1988 ya estaban desencantados del PRI, pero en 1994, Colosio generó una esperanza de que las cosas cambiarían, su asesinato conmocionó al país, y en un escenario de miedo, nostalgia y frustración, la gente votó por Zedillo, solo se postergo la desesperanza. Y en el 2000 la gente votó por Fox, porque generaba la esperanza del cambio, sin embargo, también se desencantó. Y en el 2012 regresó el PRI. Tal vez privó que “más vale malo por conocido, que bueno por conocer”, es decir, no conviene arriesgar lo que se tiene por algo que todavía es dudoso.
Pero al final del sexenio de Peña Nieto, la gente se volvió a arriesgar, dejó atrás la cautela por algo aparentemente mejor. Tal vez podemos decir que ahora los ciudadanos aplicaron el dicho “no hay mal que por bien no venga”, que no hay que perder la esperanza, hay que ser optimistas, y apostarle que a partir de un contratiempo va a salir algo mejor. Y en el 2018 surgió una esperanza para 30 millones de electores: la cuarta transformación.
Hoy la gran pregunta que se develará este próximo domingo 2 de junio es ¿en quién depositarán la esperanza los electores? Al respecto también Ikram Antaki nos dice que “una sociedad sólo se mueve si los actores que la componen se sienten socios de las decisiones tomadas. El siglo XXI será el tiempo en que la sociedad se moverá desde abajo, porque cada uno quiere tener su parte de responsabilidad en la comunidad; por ello hay que darles esperanzas y razones. Si van a participar más vale que lo hagan de la mejor manera”. El triunfo apunta pues hacia quien haya logrado hacer “socios de las decisiones tomadas” a los posibles votantes. Quien haya conseguido dar “esperanzas y razones” triunfará. Ganará la elección quien se haya ganado a los ciudadanos, no quien cuente con la destreza de los dirigentes partidistas; también no se debe perder de vista que además de ganar los votos, hay que defenderlos, y esa sí, es tarea principalmente de los partidos. Las actuales elecciones se dan en condiciones de inequidad y de ilegalidad por la interferencia de todo el aparato de gobierno, y también por la presencia violenta del crimen organizado.