Como «prianato» se entiende la cohabitación, por complicidad e interés, de partidos antagónicos que terminaron por convertirse en siameses. El proyecto de implantar en México un sistema bipartidista, donde la izquierda resultara irrelevante, naufragó por inviable. Una de las causas es que históricamente el ala progresista ha tenido más adeptos que la conservadora. En los países donde la riqueza y las oportunidades se concentran en una minoría pasa lo mismo. Mientras al PAN lo guiaron sus principios y valores, concitó respeto y respaldo ciudadano. Uno de sus momentos clave lo vivió en la elección presidencial de 1988, cuando, en vez de secundar las protestas de su excandidato Manuel «Maquío» Clouthier y de Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional, optó por legitimar a Carlos Salinas de Gortari.
El Gobierno salinista adoptó la agenda del PAN y se apartó del PRI. También hizo concesiones a la Iglesia y a los grupos de poder. En Guanajuato, como en otros estados, impuso gobernadores panistas por encima de las urnas. La reforma al artículo 82 constitucional, que reservaba a hijos de padres mexicanos por nacimiento el acceso a la presidencia de la república, permitió a Vicente Fox ocupar el cargo. El siguiente contubernio con el PRI, para aprobar reformas inconsultas, ocurrió en el Gobierno de Enrique Peña Nieto, con el Pacto por México. La última fue la alianza en las elecciones presidenciales de este año.
El PAN supo levantarse de crisis pasadas. Sin embargo, la actual es distinta, pues la preceden escándalos de corrupción, malos Gobiernos, dirigentes anodinos, prácticas antidemocráticas en la designación de líderes y de candidatos. El frente con el PRI en Coahuila en el proceso electoral de 2023 representó una humillación. La ciudadanía pagó con la misma moneda y votó por Morena, no por el PRI y menos por los candidatos azules. Acción Nacional atraviesa su peor momento. Marko Cortés no es el único responsable del desastre. También son quienes lo aceptaron como líder y avalaron sus decisiones.
Cortés no intentará perpetuarse en la presidencia del PAN, como Alejandro Moreno en el PRI, pero tiene un sucesor; él mismo lo fue de Ricardo Anaya. Frente a la insolencia, los panistas laguneros Phyllis Moulding Dutton Pegram Aguilar, María Gabriela Nava Femat, Magdalena Sofía Luengo González, Carlos Augusto Bracho González, Miren Itziar Rafaela Belausteguigoitia López, Margarita Lascuarin Ochoa, Elizabeth Pérez Alemán, Eduardo González Madero y Jorge Hamdan Hernández, han dirigido una carta a la comisión organizadora de la elección del comité ejecutivo Nacional, donde hacen un ejercicio de autocrítica y un llamado a la cordura:
«En medio de una de las noches más oscuras de su historia, el PAN (…) tiene en sus manos la altísima responsabilidad de convocar una vez más a la renovación de la dirigencia nacional». Sobre el resultado de la elección presidencial, dan un mentís a Cortés: «fue congruente con lo que al interior del PAN está ocurriendo. Un cuerpo debilitado no tiene el nivel de inmunidad para enfrentar las amenazas externas. Como estamos dentro, resultaron las cosas hacia afuera: se cumplió entonces la ley de la correspondencia».
El grupo recoge una de las banderas del PAN abandonadas en aras del lucro político: demanda del comité elecciones libres y que «ponga los cimientos para una elección interna digna de sus mejores tiempos, que sea el inicio del regreso a nuestras utopías (…). Prometer lo que no es posible cumplir nos degrada…». Los riesgos de una convocatoria amañada y con un padrón ad hoc son la «simulación y el continuismo pernicioso», advierte. La carta termina con una censura que recoge un sentimiento general: «No necesitamos aliados, necesitamos levantar a nuestro ejército (…), volver a nuestros principios (…)».