Recuerda doña Tere que llegaron a Viesca con sus muebles y cosas en un camión. Vivieron en una casa al lado de donde es hoy la ermita Guadalupana
Teresa de Jesús Vejar González (doña Tere, la boticaria del pueblo) nació el 29 de marzo de 1943 en San Pedro, Coahuila, sus padres son María de la Luz Vejar González (Lucita) y Pompeyo Benavides Aguirre, homeópata. Doña Tere, llegó a Viesca a los 7 años con su mamá y su abuela materna, Guadalupe González de la Fuente (originaria de Viesca, pero casada en San Pedro con Alberto Vejar). Llegaron a Viesca porque tenían parientes, situación que les permitió conseguir estabilidad económica para las tres.
Recuerda doña Tere que llegaron a Viesca con sus muebles y cosas en un camión. Vivieron en una casa al lado de donde es hoy la ermita Guadalupana. En esa ocasión, las acompañó su papá y las estableció, luego él se regresó a San Pedro para atender su negocio y a su otra familia; pero no las dejó solas, las visitaba tres veces a la semana y les proporcionaba el sustento necesario. Doña Lucita trabajó desde adolescente con doctores homeópatas, lo que le permitió aprender algo de farmacia, así que, al llegar a Viesca, empezó a atender pacientes, les aplicaba inyecciones, hacía curaciones y preparaba globulitos, asesorada por el homeópata Pompeyo.
En Viesca, existía la farmacia de don Enrique Ramírez (en la esquina de los altos, por la avenida 5 de mayo, entre la calle Hidalgo y Carranza, hoy casa de Alejandra López). Su esposa se llamaba Irma, pero cuando ella muere, don Enrique le propuso a doña Lucita que le comprara la farmacia porque él se iba a Mazatlán con su hijo Paco. Así, doña Lucita se dedicó a atender la botica. Un gran negocio porque en ese tiempo no había clínica del Seguro Social, ni centro de salud. Al cabo de unos meses, don Enrique se regresó a Viesca y le propuso a doña Lucita regresarle el dinero de la venta. Ella aceptó. Doña Tere siempre acompañó a su mamá a aplicar inyecciones, sueros y a hacer curaciones. Recorrían las calles de Viesca para trabajar, incluso de noche y en lugares donde no había red eléctrica. Se pegaba a las faldas de su mamá porque tenía miedo, pero siempre iban juntas.
De niña ingresó a la escuela primaria Enrique Madariaga Ruiz. Recuerda que sólo eran dos salones y le daban clases las maestras Enriqueta Sánchez y Genoveva Escobedo. Hizo primero y segundo, y luego se cambió a la Primaria General Andrés S. Viesca. Ahí terminó el tercer año e ingresó a cuarto grado, pero tuvo que abandonar sus estudios. Para mantenerse económicamente empezó a cocinar, a preparar postres y aprendió a atender la nueva farmacia que puso su mamá. Además, seguían atendiendo a domicilio.
Un dato que comparte con asombro es que en aquel momento las agujas y jeringas no eran desechables, se hervían y se usaban varias veces. Recuerda que el estuche era de lámina y los niños al verlas, lloraban y se aferraban a las enaguas de la mamá, pues el dolor de esas inyecciones era muy fuerte.
Doña Tere se casó a los 23 años con Fernando Rey Perales, procrearon un hijo, Jesús Alberto. Después de un tiempo se separó y regresó a apoyar a su mamá en la botica. Con el tiempo se casó por segunda ocasión en 1972 con Anastasio Hernández Castruita, y procrean a Juan Carlos. A ella le tocó ver y disfrutar de los manantiales.
A doña Tere le tocó la instalación eléctrica de Viesca, comenta que cuando era chica existía una planta de luz pequeña de “Polina”, que estaba atrás del centro cívico, y la encendía a las 7 de la tarde y la apagaban a las 11 de la noche. Luego instalaron dos plantas de luz más y en 1970 pusieron los postes y el cableado para la luz eléctrica del pueblo. Dice que verlo iluminado por primera vez era como un sueño. Así fue que ella y sus amigas podían ir a los bailes a divertirse y a que los bailadores les obsequiaran los refrescos. A las jóvenes de aquellos años las acompañaba la mamá o alguna tía. Cuando dejaban de bailar, el caballero acompañaba a su pareja a su asiento. Esa era la costumbre. Hasta en eso iban juntas, por eso cuando doña Lucita murió, doña Tere sufrió mucho, pues era hija única.
Actualmente doña Tere vive con su esposo, disfruta mucho a su familia y vivir en Viesca. Le gusta contar las historias del pueblo. Tiene 82 años, goza de una mente lúcida. Toda su vida le parece un sueño. Agradece a Dios por haberla puesto en Viesca, pues tuvieron que salir de San Pedro por problemas familiares y pudieron sobrevivir en esas épocas tan difíciles para las madres solteras.
jshv0851@gmail.com