A tono con «Fuerza y Corazón por México», como se denomina a la alianza PAN-PRI-PRD que la postula, Xóchitl Gálvez firmó con sangre un pacto mediante el cual se compromete no solo a conservar la pensión para adultos mayores —y los apoyos para otros segmentos de la población—, sino a elevar su monto y reducir la edad para ampliar su cobertura. Ante un notario público, la política hidalguense retrocedió al pasado: «Por mis hijos y el recuerdo de mis ancestros, hago este juramento ante las leyes de mi país. Doy fe pública de (que) cuando asuma el cargo de presidenta de los Estados Unidos Mexicanos no se eliminarán los programas sociales, que son un derecho de los mexicanos, y como estoy convencida de que (…) merecen más, los voy a incrementar».
La crítica apagó el golpe de efecto. «Como alumna de la Política de Bienestar vigente (Xóchitl), firma con tinta sangre más dinero para bonos sociales aunque no aclara cómo obtendrá los recursos. El resquicio encontrado es “Morena es más narco, más muerte y más miedo”. El miedo como divisa. Tiene efecto. Pero regresar al 2006 ya no asusta» (Roberto Zamarripa, «El arranque». Reforma, 04.03.24). Para el autor de Tolvanera, el ganador de la etapa inicial de la competencia es el presidente. «AMLO marca la agenda. Arrancaron las campañas de la reparación, de la disputa por quién es la mejor restauradora del modelo obradorista».
Antes de las campañas, el escritor Jorge Volpi anticipaba: «El discurso de Gálvez se vuelve cada vez con mayor frecuencia un oxímoron: es una progresista conservadora o una reaccionara de izquierdas; una defensora del derecho a decidir de las mujeres que prefiere callar para no incomodar a sus aliados católicos; una feroz crítica del papel que López Obrador le ha dado al Ejército que alaba la política de seguridad de Calderón, el cual por primera vez sacó a los militares de sus cuarteles para colocarlos en tareas de seguridad pública; una severa crítica de la corrupción y el nepostismo de la 4T aunque está rodeada de priistas con un largo historial a cuestas; alguien que ha conformado su equipo con calderonistas solo para apresurarse a desestimar a Calderón en caso extremo.
»Y es que la Alianza —o Fuerza y Corazón por México: un nombre que nadie retiene— es, por sí misma, un oxímoron: un batiburrillo de partidos cuyo único punto en común es su oposición a la 4T y un conglomerado de figuras que representan lo peor de nuestra historia reciente: una explosiva mezcla de corrupción, falta de escrúpulos y ausencia de principios que difícilmente podrá ayudarla en su campaña. Ella es, sin duda, fresca e ingeniosa, pero —al igual que ocurre con Claudia Sheinbaum, su némesis— resulta imposible conocer su propio programa frente al alud de contrasentidos que acarrea» («Xóchitl oxímoron», Reforma, 17.02.24).
Volpi advierte que «ante la debacle militarista y autoritaria de los últimos meses de López Obrador», el país requiere «un proyecto claro y coherente —sobre todo en términos de justicia y combate a la desigualdad—, no un oxímoron tras otro». En las primeras semanas de campañas presidenciales nada ha cambiado. La candidata de la 4T navega con el viento a favor y una ventaja holgada y sostenida en las encuestas. En la balanza electoral pesa más el apoyo de AMLO que los déficits de su Gobierno. La abanderada del bloque opositor, en cambio, está a merced de las mareas. El pacto de sangre quedará para el anecdotario.