Apenas rindió protesta como gobernador, Manolo Jiménez realizó el primer «cambio para mejorar»: tender puentes con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien ofreció trabajar unidos «por el bien de Coahuila y de México». La decisión es consecuente con la realidad política del país. Los gobiernos de Jiménez y de AMLO coincidirán de aquí al 30 de septiembre. Pero si la sucesora del caudillo es Claudia Sheinbaum, como anticipan todas las encuestas, la relación con el Gobierno de Morena se extenderá a todo el sexenio.
Jiménez trazó en líneas generales los objetivos de su Gobierno en la ceremonia del Congreso y en el acto masivo del Parque Las Maravillas, ambos breves. «Será —dijo— el más ciudadano en la historia de Coahuila». Para lograrlo, se comprometió a «ciudadanizar la política». Ante la candidata opositora Xóchitl Gálvez y los líderes del PAN (Marko Cortés), PRI (Alejandro Moreno) y PRD (Jesús Zambrano), el gobernador reiteró su deseo de colaborar con el presidente López Obrador. Advirtió, asimismo, que su Gobierno no irá hacia la izquierda o hacia la derecha, sino «adelante y con pasos de gigante».
El nombre de AMLO había estado vedado en informes de Gobierno y actos oficiales. Esta vez, invitado por Jiménez a su toma de posesión, envió como su representante a Germán Martínez, director de la Comisión Nacional del Agua. Javier Guerrero, director de Operación y Evaluación del IMSS, lo hizo en el nombre de Zoé Robledo, titular del organismo. En ese clima de entendimiento entre estado y federación, Jiménez dedicó un saludo especial a la bancada de Morena. En Coahuila soplan vientos de cambio. El gobernador rindió protesta en condiciones distintas a como Miguel Riquelme lo hizo hace seis años debido a la crisis poselectoral y la división ciudadanía. Aun así, pidió apagar los rescoldos de los comicios de este año. Tanto en la sede legislativa como en Las Maravillas, Jiménez enfatizó el apoyo que 765 mil coahuilenses le brindaron en las urnas.
Para los 100 primeros días, el gobernador anunció obras en las distintas regiones del estado. Y en un horizonte más amplio: reforzar la seguridad, elevar el número de becas, escuelas, hospitales, la tarjeta de salud y medicamentos sin costo para adultos mayores y personas con discapacidad. También se establecerá una nueva relación con el Gobierno de Texas y se abrirán oficinas de promoción económica en Ciudad de México, Estados Unidos, China y Europa. El compromiso de «ser un gobernador de territorio y no de escritorio», y de convertir el Palacio de Gobierno en «la mayor casa de gestoría», sonó a reproche sin destinatario claro.
La agenda incluye una comisión especial sobre asuntos fronterizos, seguridad, migración, cultura y turismo. Y contra la delincuencia, mano dura: «todo el peso de la ley» y una muralla impenetrable. Prometió un Gobierno «honesto, justo y transparente» y atacar la corrupción. Jiménez, exultante, se declaró «gobernador de las mujeres». Quizá para dar un mentís a quienes atribuyen su éxito a los privilegios, dijo que su proyecto político lo inició desde abajo, como representante de una colonia popular, y no desde donde su posición se lo permitía. Entonces recordó la sentencia de su fallecido abuelo, Luis Horacio Salinas, exlíder estatal del PRI, según la cual «de la mano del pueblo es posible ganar cualquier elección».
También destacó el apoyo de la sociedad civil y de los empresarios, cuya influencia ha aumentado en los últimos sexenios. López Obrador, en cambio, los ha acotado. Sin embargo, no todo se reduce a política y economía. Coahuila es el noveno estado del país con una de las mayores tasas de suicidio (9.1 por cada 100 mil habitantes), de acuerdo con el Inegi. Jiménez esbozó al respecto un plan para atender esa pandemia con estrategias del DIF. Concienciado acaso de la situación financiera, el gobernador prefirió ser cauto. Mientras el lastre de la deuda permanezca intacto, la capacidad de inversión será limitada.