Durante su primera retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, el escultor mexicano plasma su interés por la dimensión lúdica del arte y trastoca la idea del museo como recinto sagrado.
El concepto de escultura social es un documento escrito en clave de una historia de experiencia, colectividad e imaginación expandida. Para acercarnos a una definición es necesario pensarnos desde lo colectivo, desde el contacto con el otro para a partir de ahí intentar crear un manifiesto. Pedro Reyes (Ciudad de México, 1972) explora estas posibilidades de encuentros y desencuentros en Escultura social,la primera retrospectiva de su trabajo que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), bajo la curaduría de Julieta González (Caracas, 1968).
A lo largo de la exposición, compuesta por 230 piezas en total, nos acompaña una reflexión sobre el ejercicio escultórico moderno y contemporáneo. Quizá la obra de arte siempre se ha posicionado fuera de cualquier parámetro histórico, material y conceptual; por tanto, preguntarnos dónde se coloca a la obra de Reyes en este flujo entre el arte moderno y el contemporáneo puede parecer una desobediencia epistémica. No obstante, la pregunta está sobre la mesa. Cuando pasamos, por ejemplo, de una sala con piezas como Lady Liberty (2022), escultura tallada en madera, para adentrarnos en Disarm (Mechanized) (2013), una instalación hecha con antiguas armas de fuego que ahora fungen como instrumentos musicales, naturalmente nos cuestionamos sobre la historización de las piezas. Si bien la plástica es una dimensión del pensamiento y no necesariamente una definición del arte, ¿qué puede definir a lo contemporáneo?
Reyes se describe a sí mismo como escultor ya que tiene una larga tradición de talla directa en piedra. “La labor del escultor consiste en transformar la materia, cambiar la forma de un material y descubrir o brindar la tridimensionalidad que hay en ella”, comenta en entrevista. Pero, además del carácter matérico de la escultura como un cuerpo que habita el espacio, la exposición de Reyes plantea otra inquietud relacionada a la dimensión lúdica de la escultura y que, por tanto, modifica la definición de un artista moderno tradicional y del museo como espacio sagrado.
Hay dos ejes importantes que desarrollan las narrativas de la muestra. Uno de ellos es el potencial de ser, es decir, de imaginar cómo a través de la participación del público se multiplican las posibilidades o las lecturas de las obras. Este es un pensamiento de origen que ha motivado a Reyes a desarrollar la sociatría como una disciplina que trata de sanar a la sociedad. El segundo eje tiene que ver con la acción directa, principio que está en diálogo con la anarquía y que incluso puede entenderse como motor para emprender el cambio sin necesidad de esperar indicaciones de las instituciones de poder. Este acto exige ir más allá de un posicionamiento simbólico incluso dentro de un espacio como el museo: si se desea participar, se tiene que accionar física y emocionalmente.