Carlos Slim encabezó, entre 2010 y 2013, la lista de los hombres más ricos del mundo, por encima de Bill Gates (Microsoft), de acuerdo con la revista Forbes. La posición la ostenta hoy el extravagante CEO de Tesla, Elon Musk. En la clasificación de este año, el magnate mexicano ocupa el lugar 11, uno por debajo del inversor y filántropo Warren Buffet. El líder de Grupo Carso y de América Móvil es el más acaudalado de América Latina, con 101 mil millones de dólares. El dinero tiene alas, pero no ideología. Slim ha sabido adaptarse a los tiempos políticos. Durante la euforia privatizadora de Carlos Salinas de Gortari, el empresario de ascendencia libanesa adquirió una mina de oro llamada Teléfonos de México (Telmex). En la 4T aumentó su fortuna, pues el olfato que tiene para los negocios lo posee también para la política. La relación con Andrés Manuel López Obrador empezó cuando el tabasqueño era jefe de Gobierno de Ciudad de México.
Con el mismo pragmatismo, Arturo Elías Ayub, director de Alianzas Estratégicas y Contenidos de América Móvil, yerno de Slim, fijó el 11 de septiembre su posición con respecto a la reforma judicial, aprobada horas antes en la Cámara de Senadores. «Me preguntan muchos: Y ahora qué hacemos? Pues nos adaptamos a las circunstancias, buscamos las oportunidades (creo que vendrán muchas), las aprovechamos y nos ponemos a chambear. Este es un gran país y juntos vamos a salir adelante. Así que a darle con todo», publicó en la red social X. El poder económico será uno de los principales afectados por la nueva estructura del sistema de justicia, pues dejará de influir sobre magistrados y jueces. «La justicia —advierte Platón— no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte».
Uno de los señalamientos recurrentes contra AMLO fue por su conservadurismo económico. No subió los impuestos a los más ricos ni interfirió en sus negocios. «Nadie debe decir que le fue mal en lo económico», declaró el expresidente en su última gira por Oaxaca. Claudia Sheinbaum repitió el argumento en su toma de posesión. El caso de Altos Hornos de México (AHMSA), ejemplo del capitalismo de compadres promovido por Salinas, es excepcional. Alonso Ancira aprovechó el padrinazgo de Salinas para exprimir la empresa y a los proveedores al máximo. Quitare el control de la acería liberó al estado de su cacicazgo.
En una de sus últimas apariciones, con motivo de la XIX Cumbre de Premios Nobel de la Paz, Carlos Slim criticó que México y Estados Unidos destinen mayores ingresos a los jubilados, uno de los sectores castigados por los Gobiernos neoliberales. Es irónico que el hombre más rico del país, cuya fortuna escaló después de adueñarse de Telmex, niegue a otros la posibilidad de mejorar. La reforma al sistema de pensiones propone que los afiliados del IMSS y el ISSSTE se retiren con el 100% de su salario con un complemento solidario. Para Slim, con el 80% del último sueldo bastaría, pues a su edad no gastan tanto y su «nivel de vida (es) bastante diferente» (El Financiero, 19.09.24).
¿Alguien le pidió a Slim, cuando llegó a los 60, 70, 80 mil millones de dólares, detenerse porque su riqueza era excesiva en un país mayoritariamente pobre? Los jubilados pueden no estar sujetos a los mismos apremios de cuando sus hijos asistían a clase, pero tienen derecho a disfrutar de su retiro después de una vida de trabajo y de subsistir con salarios miserables e incrementos devorados de antemano por la inflación. Se trata de un acto de justicia, el cual, aunque tardío, mejorará las condiciones de millones de mexicanos.