En ‘The Batman’ tenemos al Batman más trastornado. Un Batman emo, introvertido y con mirada de psicópata. Y ciertamente lo es: esta vez no se duele en prendas en reventar cráneos a puñetazos. Tampoco parece importarle demasiado que en una persecución con su batmóvil descarrilen y estallen camiones y coches a su paso, que haya víctimas. No demuestra mucha empatía al margen de su obsesiva obstinación por mantener limpias las calles de su ciudad, no como acto generoso, sino como una forma de calmar el dolor causado por su trauma infantil. Por si hay alguien que lleve estos últimos ochenta años escondido en una cueva: los padres de Batman, del multimillonario Bruce Wayne, murieron asesinados. Y, de nuevo, ahondamos en el nacimiento del ¿superhéroe?, pero esta vez incidiendo un poco más en su psique que, por si no lo habían notado, está enferma. Lo que hace al personaje mucho más interesante.
Parece más bien salido de una distopía retrofuturista -pero para nada lejana, podría tener lugar mañana mismo, y eso es lo terrorífico- en la que la sociedad la ha cagado, y mucho. Una revisión deprimente y siniestra que desmolariza aún más a tenor de los acontecimientos que hoy nos rodean. Y es más o menos de lo que nos viene a prevenir esta versión de Matt Reeves: todo está mal y todo puede ir a peor.