Una princesa en bikini
Tiene sentido acudir al socorro de la princesa Leonor (de España), cuyas fotos en bikini y en la playa corren el riesgo de interpretarse como una prueba de la vida que se pega la heredera al trono con el dinero de los españoles.No cabe mayor ejercicio de demagogia ni de justicierismo republicano, sobre todo porque las imágenes lúdicas en un paraíso de ultramar desmentirían la abnegación que implica tripular el Juan Sebastián Elcano.Nada que ver con un crucero de placer con el viento de popa, sino una instrucción militar severa y exigente que se caracteriza por el rigor del régimen académico, las rutinas físicas, los horarios de las guardias.Y podría objetarse que nadie le obliga a ser militar, ni reina, pero resulta que la obligación y el deber sobrepasan la eventual voluntad de la delifina. Puede que no quiera ser monarca, pero tampoco puede abdicar prematuramente.La propia expectación de su reinado explica el grado de escrutinio con que se la sigue y se la persigue, de modo que los paparazzi subastan las imágenes más suculentas y los medios generalistas las divulgan para animar las tertulias del corazón con las habituales especulaciones.Que si tiene novio. Que si va demasiado protegida. Que si ha sido sorprendida, sorprendida, no ya tomando un baño, sino con una cerveza en la mano. Una cerveza en la mano.Empieza pronto para Leonor el escrutinio de su vida pública y la intromisión en su vida privada. La portada de Diez Minutos inaugura la veda de caza mayor. Y, claro, no escasean las especies carroñeras al acecho.