Sentir una necesidad imperiosa de dormir durante el día, sin alivio tras el descanso nocturno o las siestas, podría ser señal de hipersomnia idiopática, un trastorno neurológico crónico. Esta condición se caracteriza por una disfunción en los sistemas cerebrales que regulan el ciclo vigilia-sueño, donde una hipoactividad de los promotores de la vigilia conlleva a la activación de los sistemas que inducen el sueño.
Según la neurofisióloga Rybel Wix, para diagnosticar la hipersomnia idiopática es crucial descartar otras causas de somnolencia diurna excesiva, como la falta de sueño, trastornos del ritmo circadiano, narcolepsia sin cataplejía o la hipersomnolencia asociada a problemas psiquiátricos, condiciones médicas o abuso de sustancias. Una particularidad intrigante de este trastorno es su mayor prevalencia en mujeres, aunque las razones hormonales detrás de esta diferencia de género aún no se han investigado a fondo.
Más allá de la somnolencia diurna, los pacientes con hipersomnia idiopática experimentan un tiempo de sueño profundo prolongado durante la noche, que puede extenderse hasta 10 o 15 horas. Las siestas también suelen ser largas pero no reparadoras, dejando a los individuos con una sensación de lentitud, confusión, descoordinación e incluso agresividad. Otros síntomas incluyen una sensación de embriaguez al despertar, tanto por la mañana como después de las siestas, y disfunción cognitiva manifestada en problemas de memoria y atención.
En cuanto al tratamiento no farmacológico, Wix sugiere la implementación de siestas pautadas para aquellos pacientes que experimentan cierta mejoría. También recomienda, en la medida de lo posible, retrasar la hora de entrada al trabajo, vivir cerca del lugar de empleo o considerar el teletrabajo para facilitar un mayor descanso matutino. Evitar el uso de alarmas y ser despertado por otra persona, aunque limite la autonomía, también puede ser beneficioso.
Aunque catalogada como enfermedad rara, estudios revelan que la sintomatología de la hipersomnia idiopática está presente en aproximadamente el 0.5% de la población, lo que sugiere que sus síntomas son más comunes de lo que se cree. La investigación también apunta a una importante contribución genética, ya que entre el 34% y el 38% de los pacientes reportan antecedentes familiares de la enfermedad o de otros trastornos de hipersomnolencia.