Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto quisieron imponer sucesor, pero la impericia y otras circunstancias lo impidieron. Los tres aguantaron demasiado los tiempos y el movimiento de sus fichas. El favorito de Fox era Santiago Creel, secretario de Gobernación, pero Calderón les comió el mandado. El delfín calderonista, Camilo Mouriño, murió junto con el zar antidrogas, Santiago Vasconcelos, en un sospechoso accidente de aviación antes de aterrizar en Ciudad de México. Ernesto Cordero (secretario de Hacienda) fue el relevo, pero la candidatura recayó en la secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota. Un regalo para el PRI, pues Peña ganó con relativa ventaja. El telepresidente excedió el tope de gastos de campaña en más de cuatro mil millones de pesos. Nadie chistó.
El cachorro de Atlacomulco jugó varias cartas en la sucesión de 2018: Aurelio Nuño (Educación) y Miguel Osorio (Gobernación), pero su delfín fue desde un principio el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Sin embargo, el desliz de invitar a Donald Trump a Los Pinos, en medio de la campaña del aspirante a la presidencia de Estados Unidos contra México, lo convirtió en el villano de turno y lo obligó a renunciar. Vigedaray regresó al gabinete como canciller para encargarse de la relación con Trump, quien jamás dejó de presionar y ridiculizar al Gobierno. Peña recurrió siempre a la evasión y el escapismo. Cuando era candidato se escondió en los sanitarios de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México para eludir a alumnos que lo increpaban. El episodio dio origen al movimiento YoSoy132.
Peña gastó más de 60 mil millones de pesos en imagen y repartió varios miles de millones más entre periodistas, analistas e intelectuales, pero ni así se salvó de la hoguera. Acorralado y con todos los cartuchos quemados, el presidente se sacó de la manga a José Antonio Meade (JAM), uno de los representes más conspicuos del «prianato». Apadrinado por Videgaray y presentado como «candidato ciudadano», JAM ocupó cargos relevantes en los Gobiernos de Fox, Calderón y Peña. La jugada devino fiasco. López Obrador consiguió una votación sin precedente: 20 millones más que JAM y ocho millones por encima de Ricardo Anaya (PAN), quien, como Madrazo 12 años atrás, dividió a su partido por haberse hecho con la candidatura mediante artificios. Anaya se exilió en Estados Unidos, pues teme ser detenido por cargos de lavado dinero.
Margarita Zavala, la aspirante con mayor intención de voto después de López Obrador en 2017, renunció al PAN e intentó formar un nuevo partido (México Libre) junto con su esposo Felipe Calderón.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación les negó el registro por no comprobar el origen de los fondos para su constitución. Zavala se postuló como candidata independiente, pero abandonó la carrera por «falta de equidad». Aun así captó 32 mil votos. La ex primera dama es actualmente diputada federal por la coalición PRI-PAN-PRD Va por México (VxM).
Fox, Calderón y Peña carecen de fuerza y autoridad para incidir en la sucesión, en cuya pista Morena corre solo todavía. Carlos Salinas de Gortari, el último presidente fuerte, antes de López Obrador, podría intentarlo entre bastidores, pero la estela de corrupción de su sexenio también lo expone. Salinas, Peña y Calderón radican en España sin las pensiones millonarias que recibían del Gobierno. Nadie les extraña. Sus camarillas están disueltas y socios poderosos como el abogado Juan Collado (preso) y Alonso Ancira (AHMSA) han sido neutralizados.