Llevó el sexo y el glamour a la televisión italiana, y luego aplicó la misma fórmula a la política, dominando el país y su cultura durante más de 20 años.
ROMA — Silvio Berlusconi, el impetuoso magnate de los medios de comunicación que revolucionó la televisión italiana con canales de propiedad privada que utilizó para convertirse en el primer ministro más polarizador y procesado del país a lo largo de varios mandatos y de un cuarto de siglo de influencia política y cultural a menudo escandaloso, falleció el lunes en el Hospital San Raffaele de Milán. Tenía 86 años.
Su fallecimiento fue confirmado en un comunicado por la primera ministra, Giorgia Meloni, con quien formaba parte de la coalición del actual gobierno italiano. No se explicó la causa de la muerte, pero la semana pasada fue hospitalizado como parte de su tratamiento contra la leucemia crónica y otras dolencias.
Para los italianos, Berlusconi era un entretenimiento constante —cómico y trágico, con algo de material subido de tono— hasta que lo abucheaban para que saliera del escenario. Pero regresaba. Para los economistas, era el hombre que ayudó a hundir la economía italiana. Para los politólogos, representaba un nuevo y audaz experimento sobre el impacto de la televisión en los votantes. Para los periodistas sensacionalistas, era una deliciosa fuente de escándalos, meteduras de pata, insultos soeces y aventuras sexuales.