Presentamos un resumen de las ideas de Carmen Morán Breña publicadas en El País de España
«En primer lugar y ante todo, lo siento». Qué frase tan corta y tan impecable para venir de un líder político que ha tenido una clamorosa derrota en las urnas. «Lo he hecho lo mejor que he podido, pero siento no haber cumplido. He escuchado la rabia y la decepción» del pueblo. Qué más quisieran los mexicanos que esas declaraciones fueran del líder del PRI, Alejandro Moreno, o del panista Marko Cortés, porque estarían antes dos personas que han entendido las líneas más básicas de la democracia. Pero no. Ha sido el líder de los tories, Rishi Sunak, quien ha entonado el mea culpa lógico y sensato ante el varapalo que ha recibido en los comicios británicos.
En México, en cambio, para disgusto de los propios priistas y panistas, Alejandro Moreno y Marko Cortés siguen dando guerra. A resguardo de un puesto que se habían garantizado en el Senado, pasara lo que pasara. Si el barco se hunde, más vale aferrarse al mástil aunque las velas estén destrozadas y la navegación sea cada día más complicada. Así están estos dos partidos, hundidos tras sus pésimos resultados en las elecciones del 2 de junio.
Una senaduría proporciona un buen sueldo, relevancia política y te pone al socaire de los tribunales cuando hay cuentas pendientes, como le pasa, por ejemplo, a Moreno. Qué más se puede pedir. Pues se puede. Son los militantes los que estos días exigen a los presidentes que cesen en su liderazgo y faciliten una transición abierta, limpia y plural que dé paso a una nueva era si no quieren que este sea el final.
Todo lo contrario. Marko Cortés se dio el lujo de despacharse contra la candidata del PAN, Xóchitl Gálvez, que hizo lo que pudo con el viento en contra. La acusó de indigna por haber felicitado a Claudia Sheinbaum la noche electoral, poniendo obstáculos con su gesto democrático, cabe interpretar, al juego de quejas, impugnaciones y tribunales al que se agarró Cortés para salvar su pellejo y su honra, algo improbable.
Lo de Moreno es aún más asombroso. El PRI ha quedado en peor lugar que el PAN, casi irrelevante en las Cámaras, y del poder territorial que gozó en algún tiempo nada queda hoy. Derrota tras derrota, el partido ya no es ni revolucionario, ni institucional ni casi partido. Pero ahí está su líder, Alejandro Moreno, como el que oye llover, organizando la resurrección. Reuniéndose con unos y otros, buscando votos donde no los va a encontrar, diseñando un futuro, echando la culpa al otro de su pésimo desempeño.