El repudio es enorme. El Zócalo, de la ciudad de México, repleto le mostró al presidente López Obrador el tamaño del adversario, y del reproche. Definitivamente cinco años de gobierno lo degastaron aceleradamente. Él mismo, ya es también el principal lastre de su propio proyecto. Andrés Manuel ya vendió su alma al diablo. Si quiere conservar el poder para su 4T, podría recurrir al fraude electoral. De otra manera, los resultados tan cerrados podrían no favorecerlo. Pero, como experimentado político mexicano, ya está lo está preparando.
El impostor, que desgastó al Mesías Tropical, con un gobierno pleno de fracasos y desplantes, se juega su lugar en la historia. Ya no pasará como estadista. Si falla, el 2 de junio próximo, podría convertirse en un personaje anecdótico como Enrique peña Nieto; pero, más tóxico que el mexiquense. La democracia mexicana, siempre tan frágil, está en riesgo. Tal parece que el tabasqueño va por el todo por el todo. Los clasemedieros, no acarreables, deberán salir a votar masivamente para detener los proyectos de poder de Andrés Manuel.
El presidente ha construido una enorme base social, mediante los miles de millones de pesos que entrega. Ahora, los gobernadores morenistas, y los Siervos de la Nación, deberán demostrar que son buenos para la movilización electoral, tendrán dinero de sobra, como en los tiempos el Viejo PRI. Con los bolsillos llenos, temporalmente, millones de beneficiarios de programas sociales deberán decidir si pagar, con sus votos, el “amor” que les demuestra el tabasqueño con billetes.
La soberbia de sentirse invencible, lo volverá más vulnerable. La lección del zócalo, lleno de cientos de miles de ciudadanos, gritándole que se vaya lo volverá más intenso. Además, es evidente que algo falla en la campaña de Claudia Sheinbaum. El Estadio Azul vacío, hace unas semanas, es el tamaño de su carisma y su poder de convocatoria en la Ciudad de México. Indudablemente necesitará operación electoral el 2 de junio.
La transformación no llegó. Andrés Manuel, no estuvo a la altura de su leyenda. Su sexenio se agotó, y México es casi un estado fallido. La violencia invade cada día más territorios. La tragedia marca indeleblemente a este gobierno. López Obrador, prefirió gastar en sus obras caprichosas. Ya son millones de mexicanos los que están dispuestos a salir a las calles a manifestar su rechazo al presidente.
Su paso por el Palacio Nacional no aportó competitividad, ni calidad de vida. Su gestión, tampoco, estuvo a la altura de sus propios sueños, mucho menos de sus promesas. Su inscripción, en la historia, será la de un personaje apasionado por el poder, que atentó contra la democracia. No será considerado estadista, ni mucho menos un arquitecto del México que emerge del subdesarrollo. AMLO resultó un impostor, que fracasó como gobernante. Los cientos de miles de gritos en su contra, en espacios púbicos de un centenar de ciudades, prendieron las alarmas. Vienen meses intensos. Veremos.