Las alianzas electorales son un albur. A veces ganan los que tienen menos posibilidades y pierden quienes podrían ganar más si fueran solos. Veamos el caso de Coahuila. En las elecciones para gobernador de 2023 el frente PRI-PAN-PRD logró el propósito de detener «la amenaza» de Morena. Manolo Jiménez pudo haber arrollado al partido de AMLO (por hallarse dividido) sin compañía, pues las siglas azul y amarilla estuvieron muy lejos de marcar la diferencia. A pesar ello el PAN obtuvo cinco diputaciones locales de mayoría relativa, apenas cuatro menos que el PRI. La misma coalición participaría en los comicios de alcaldes de este año, pero un llamado de último momento del líder panista Marko Cortés la abortó por el incumplimiento de un pacto con el entonces aspirante del PRI a la gubernatura, quien le concedía al PAN candidaturas a presidencias municipales, posiciones en el Tribunal de Justicia, notarías y puestos en la administración.
El acuerdo, discutible en todos los sentidos, lo utilizaron Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez en los debates con Xóchitl Gálvez para exhibir la doble moral de Acción Nacional. Jiménez le pagó a la cúpula panista en proporción a sus servicios (votos). ¿Quién perdió más con la ruptura provocada por Cortés? El PAN, en coalición, podía conservar al menos la alcaldías ganadas en 2021 (Candela, Juárez, Monclova y General Cepeda). Sin embargo, perdió las cuatro y solo consiguió la de Cuatro Ciénegas.
En sentido inverso, el PRI perdió más por haberse aliado con el PAN en las elecciones federales del 2 de junio. Pues solo uno de los suyos (Miguel Riquelme) llegará a la Cámara Alta como senador de primera minoría; y otro (Jericó Abramo) al Congreso en calidad de diputado de mayoría por el distrito 4. Es la representación más pobre desde 2006. Los panistas Theodoros Kalionchiz y Guillermo Anaya irán al Congreso con los votos del PRI. Mal negocio para el partido del gobernador. El PRI habría obtenido por sí solo más diputaciones. Morena, PT y Partido Verde tendrán cinco escaños en la próxima legislatura.
La propaganda política se retiró de los espacios públicos en los tiempos marcados por la ley. Era obvio que Sheinbaum, quien siempre lideró las encuestas, subiría la votación de los candidatos a diputados federales y senadores de las siglas que la postulaban. Gálvez resultó un lastre para las fórmulas nominadas por el frente PRI-PAN-PRD; no por ella, sino por la pésima dirección de Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano. Lo mismo sucedió en 2018, con López Obrador, cuando el PRI ganó también un solo distrito: el VII, con Fernando de las Fuentes, hoy en ostracismo. El escaño de primera fue para Verónica Martínez, pero a quien correspondía por méritos era a Jericó Abramo.
En los espectaculares los candidatos del PRI rezumaban confianza. «Para Saltillo un equipo de primera», decía uno de los anuncios. El mismo 2 de junio la sonrisa se les congeló a Miguel Riquelme y Bárbara Cepeda, postulados para senadores. También a Jaime Bueno, quien buscaba la reelección para diputado por el distrito 7. Solo Abramo (diputado electo por la cuarta demarcación) y Javier Díaz, alcalde electo de la capital, la conservaron. Igual que en el «moksha patam», nombre del juego indio conocido en el mundo como serpientes y escaleras, en la política y en la vida hay karma y kāma, destino y deseo. Recompensa y castigo. Para el filósofo y moralista francés Jean de La Bruyere, «No pensar más que en sí mismo y en el presente es, en la política, una fuente de error».