Desde hace unos meses, al entrar en el Jardín Botánico de la Complutense lo primero que se topaba el visitante era una extraña y enorme flor, con la belleza de una escultura giratoria, pero que en realidad es más, mucho más. Este mes de julio, el rector Joaquín Goyache y Jorge Gómez Sanz, vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad, han inaugurado esta flor solar que se quiere convertir en un símbolo tecnológico de lo que representa la microgeneración de energía para todos los lugares de la UCM.
La gran flor solar, como explica Jorge Goméz Sanz, funciona como un girasol, cerrándose por las noches para no estropearse, y desplegándose de día, en un proceso que tarda unos pocos minutos. Copia también del girasol su movimiento, ya que se orienta “hacia el punto óptimo de captación de energía solar, optimizando la capacidad de la flor, que son 2,5 kW pico, lo que quiere decir que en el máximo de generación de potencia va a llegar a esa cantidad, y oscilará hasta esa cantidad según vaya moviéndose el Sol”.
Recuerda el vicerrector que las placas solares convencionales no son capaces de hacer esto, sino que se las coloca de forma fija, con una cierta inclinación, donde se espera que capten la mayoría de la luz solar a lo largo del año. Por lo tanto, la flor solar es mucho más eficiente que las placas fijas, ya que se va moviendo con el Sol a lo largo del día. La secuencia de arranque, como pudieron comprobar los asistentes a la inauguración, sigue siempre una misma pauta: la flor se pone en horizontal, se despliega a los cinco metros de diámetro que tiene y luego se va moviendo hasta el anochecer.