En medio de la opulencia y exuberancia de la iglesia más importante del cristianismo, el ‘Papa de los Pobres’ continúa practicando aún muerto la sencillez que le caracterizó en vida, como muestra su humilde capilla ardiente
En un sencillísimo ataúd de madera, forrado con tela. Vestido con casulla roja, la mitra papal en la cabeza, los ojos cerrados y aspecto sereno. Las manos, entrelazadas alrededor de un rosario de cuentas de madera. En medio de un silencio sepulcral, roto solo por las pisadas de los que se acercan a despedirse de él y por algunos sollozos. Inerte, cuando en vida derrochaba vitalidad y energía. Los restos mortales de Francisco ya se encuentran en la Basílica de San Pedro, a donde han sido trasladados esta mañana en solemne (y emocionante) cortejo fúnebre y por donde se espera que hasta el viernes por la tarde miles y miles de personas pasen para despedirse de él.
Pero en medio de la opulencia y exuberancia de la iglesia más importante del cristianismo, Francisco continúa practicando aún muerto la austeridad que le caracterizó en vida. El hombre que hace 12 años dejó boquiabierto al mundo al asomarse al balcón de la Basílica de San Pedro nada más ser elegido papa calzando unos viejos y gastados zapatos negros ha querido una muerte tan sobria y parca como fue su existencia: sin el triple féretro (de madera, de zinc y de roble) en el que tradicionalmente descansan los restos mortales de los papas, sin uno de esos aparatosos catafalcos tan habituales entre pontífices y reyes. La capilla ardiente de Jorge Bergoglio consiste en un simple ataúd de madera, elevado del suelo con la ayuda de una tarima. Nada más.https://player.elconfidencial.com/embed/video/112819/640/360/1-1/
A las 9.00 en punto de esta mañana, el cuerpo de Francisco abandonaba la pequeña capilla de la residencia Santa Marta, donde el papa decidió vivir con sencillez y donde desde su muerte a causa de un ictus el lunes a las 7,35 horas le han estado velando sus más íntimos, sus colaboradores más estrechos, así como el personal que trabajaba junto a él. El cortejo fúnebre, compuesto por centenares de cardenales vestidos de rojo, sólo tuvo que recorrer 600 metros para llevar los restos de Francisco a la Basílica de San Pedro, pero fue una puesta en escena tan emotiva como espectacular, con una de esas escenografías que solo una institución milenaria como es la Iglesia católica es capaz de ofrecer.
Recibido entre aplausos
Con las campanas de San Pedro tañendo en señal de luto y bajo un imponente cielo azul, el féretro abierto de Francisco fue llevado a hombros por 14 sediarios ataviados con guantes blancos y escoltado por ocho alabarderos de la Guardia Suiza papal con sus característicos y coloridos trajes rayas y 14 penitenciaros con unas estolas roja y antorchas. Detrás, avanzaban los miembros de la familia pontificia, sus secretarios personales, enfermeros y asistentes de cámara, así como numerosos cardenales con gesto apesadumbrado y vestidos de rojo.
Además, desde primerísima hora de la mañana cientos de personas se agolpaban por toda la zona que recorrió el cortejo fúnebre, y rompieron en aplausos cuando el ataúd con los restos de Bergoglio entró por la puerta principal de la Basílica de San Pedro.
A partir de ahora, y hasta el viernes a las 19.00 horas, el ataúd con los restos de Jorge Bergoglio permanecerá expuesto en la Basílica de San Pedro para que quien lo desee pueda despedirse de él. Ya desde las 7.00 de la mañana de hoy había gente en la Plaza de San Pedro haciendo cola para poder pasar ver la capilla ardiente de Francisco.