Armando Guadiana (77) escribió sus mejores páginas fuera de la política. Sus denuncias contra el moreirato por la megadeuda y las masacres de Allende y Piedras Negras, publicadas primero en periódicos de la capital del país y después formalizadas ante la Procuraduría General de la República y la Corte Penal Internacional, le convirtieron en figura pública y le permitieron ganar autoridad. Ningún líder partidista, mediático o empresarial se atrevió a desafiar al clan en su apogeo, haya sido por temor a represalias o para proteger sus negocios con el poder. Guadiana aceleró la defenestración de Humberto Moreira de la presidencia del PRI y acabó con la carrera del «joven maravilla».
Rubén Moreira prohibió las corridas de toros en Coahuila no por su oposición al maltrato animal (él, bajo su nuevo estatus, viajaba a España para asistir a ferias taurinas), sino por incordiar a Guadiana y vengar las afrentas. Guadiana tenía la piel curtida y recursos para defenderse de las embestidas del poder, pues no dependía de la política. La corrida del 23 de agosto de 2015, en la Monumental Plaza México, resultó una metáfora de su disputa con los Moreira. El diestro tlaxcalteca Gerardo Rivera salió a hombros después de cortar una oreja a «Goberladrón» [“con dedicatoria al gobernador de Coahuila (Rubén Moreira)”, Plano Deportivo, 24.08.15] de la ganadería D’Guadiana. Los aplausos fueron para el hombre del Stetson, y la rechifla para el rey desnudo.
Guadiana encaja en la definición de Luis Donaldo Colosio, quien, para diferenciarse de las élites políticas y económicas dominantes, declaró ser «producto de la cultura del esfuerzo, no del privilegio». Sus mayores éxitos los cosechó en el mundo empresarial, no en el de la política, sin estar en ninguno exento de polémicas. Colaboró en el Gobierno de Eulalio Gutiérrez Treviño junto con Enrique Martínez. Más tarde, cuando el PRI no perdía, ocupó una curul en la legislatura local. Óscar Flores Tapia quiso incorporarlo a su equipo, pero se decantó por la construcción, la minería, el béisbol y los toros.
Su retorno a la política, provocado en buena medida por sus conflictos con el moreirato, fue extemporáneo, pero aun así logró dinamizarlo. Mientras medio mundo aplaudía al clan y la otra mitad guardaba silencio frente a la deuda y otros abusos, Guadiana entró en escena. Entre 2017 y 2023 participó en cuatro elecciones (dos para gobernador, una para senador y en la intermedia para alcalde) de las cuales solo ganó el escaño. Político de los denominados folclóricos, jamás perdió autenticidad. Las causas que defendió como ciudadano (justicia por la megadeuda y para las víctimas de las matanzas de Allende y Piedras Negras) siguen pendientes, en parte por no haberlas continuado.
Andrés Manuel López Obrador le rindió a Guadiana un homenaje comedido en la rueda de prensa del 26 de diciembre. Reconoció la actividad política de su amigo, quien renunció al PRI en 2012 para apoyarlo en su segunda campaña presidencial, postulado entonces por el PRD. Guardaron una relación respetuosa y las discrepancias no los separaron. Cuando Guadiana «habló mal de Morena», dijo AMLO, ignoró las voces que pedían «dejarlo fuera». No había por qué; la encuesta (para ser candidato a gobernador) la ganó él, apostilló. Guadiana se había salvado de morir el 20 de abril de 2014, cuando un avión de su propiedad, con ocho personas a bordo, se accidentó antes de aterrizar en el aeropuerto Plan de Guadalupe. Esta vez no pudo capearla. Descanse en paz.