16 obras de Solana y 24 fotografías de García-Alix se dan cita en la galería madrileña Leandro Navarro.
En una época en la que surgen todas las vanguardias y los demás artistas se enmarcan en tendencias más modernistas, Solana se resiste y García-Alix tampoco ha estado cómodo entre los suyos. Aún sigue fotografiando con su cámara analógica Hasselblad, muy a pesar de la presión digital. Sus composiciones tan limpias mantienen la a temporalidad. No se ha movido un ápice de un cierto clasicismo desde que empezara con 20 años retratando el crudo asfalto de la España de los 80. “Los dos tenemos un trazo grueso”, alude Alix, a como Solana bordea sus figuras con un negro poderoso, como si de un cómic se tratara. En el sentido imaginativo, también. Ambos creadores, tienen ese ‘trazo grueso’ porque los dos retratan una ‘España gruesa’.
La exposición invita a profundizar en la obra de nuestro pintor ‘negro’ y continuar admirando su españolidad lacerante en el Museo Reina Sofía, donde se le dedica una sala solo para él, algo poco habitual. Su obra también está diseminada en la sala frente al Guernica, con su tenebrista y macabro lienzo de ‘La procesión de la muerte’. En cambio, no hay rastro de las fotografías de García-Alix en el centro madrileño, en cuyos almacenes se conservan más de 10 míticas piezas del fotógrafo, que recibió en 2019 la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes además de ser Premio Nacional de Fotografía, entre otros reconocimientos a su larga carrera.
“El gran pellizco al corazón es estar junto a Solana. La vida rima”, resume así García-Alix el emocionante significado de esta exposición.