La suerte de los 10 trabajadores atrapados desde el 3 de agosto en la mina El Pinabete, de Sabinas, tiene el vilo al país. Todo el mundo desea que se les rescate con vida, pero las condiciones y el tiempo transcurrido aumentan el pesimismo. Solo el instinto de supervivencia y el conocimiento del terreno podría salvarlos. En su visita al lugar para supervisar las tareas del Ejército y otras instituciones, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció justicia. Debe haberla, pues las promesas que siguen a cada desgracia jamás son cumplidas. En su conferencia de este lunes, el mandatario informó que el yacimiento de carbón, concesionado hasta 2053 por el Gobierno de Vicente Fox —tres años antes de la explosión en Pasta de Conchos donde murieron 65 mineros— empezó a operar hace apenas uno o dos años sin dar aviso a las autoridades.
AMLO advierte que en el pasado «se dieron permisos (…) a diestra y siniestra» y que su Gobierno no ha entregado ninguno. «Dieron tantas que casi la mitad del territorio nacional tiene concesiones para explotación minera y muchas minas son clandestina. No se alcanza a tener vigilancia ante tantas». Sobre el rescate, el presidente evita crear expectativas falsas. «(Los familiares) nos explicaban que cuando se trabaja en esas minas los mismos mineros hacen como huecos, refugios, y eso es lo que se está pensando, hacer lo más rápido posible la extracción, el desagüe para poder entrar».
El viaje del ejecutivo federal a Sabinas, decidido durante una gira por Colima, servirá para acelerar los trabajos. El hecho de que las tareas reciban atención presidencial obliga a los agentes a actuar con mayor cuidado y eficacia, pues también se les dota de recursos técnicos y humanos. Sin embargo, priorizar el rescate no debe ser pretexto para posponer las investigaciones sobre el accidente y los propietarios del pozo. Aunque se trata de vías diferentes, su fin es el mismo: hacer justicia a los obreros y a sus familias. Máxime cuando, en el caso de la mina concesionada por Fox, «todo está documentado», según el líder de la 4T.
La tragedia en El Pinabete brinda la oportunidad de sanear la explotación de carbón en Coahuila. La minería en Múzquiz, Sabinas y San Juan de Sabinas está asentada sobre un pantano de corrupción. La región, históricamente castigada e ignorada, ha sido botín de políticos y autoridades venales y de empresarios sin escrúpulos, lo cual les ha permitido enriquecerse impunemente y evadir la justicia. El Prodemi, de alguna manera, institucionalizó la corrupción en el sector y también sirvió para financiar campañas políticas. No de balde el PRI ha perdido elecciones en esa zona. El presidente López Obrador conoce la situación y debe remediarla para poner freno al abuso y la injusticia endémicas.
Las giras de AMLO no las forman caravanas como ocurría con sus predecesores. Los presidentes del «prianato» eran acompañados por séquitos de funcionarios, edecanes y ayudantes para el lucimiento y el boato, pues no resolvían nada. También servían de pasarelas políticas para mostrar al favorito del poder para las gubernaturas. López Obrador es de otro estilo. Prescinde de las comitivas numerosas y atiende directamente a la gente, así le vaya mal. La cercanía con el pueblo tiene costos. Y a quienes intentan acercarse a él para darse importancia, los despide con cajas destempladas como le pasó al senador, empresario minero y aspirante a la gubernatura Armando Guadiana, quien, jura, no es el dueño del Pinabete. «Honrado, honrado» tampoco es, dicho por él en otro tiempo y circunstancia.