Andrés Manuel López Obrador revirtió las reformas implementadas en el Gobierno de Enrique Peña Nieto con los votos del PRI y el PAN en el Congreso. El presidente se refirió en su toma de posesión a una de las más polémicas, la energética: «Antes del neoliberalismo producíamos y éramos autosuficiente en gasolinas, diesel, gas, energía eléctrica. Ahora compramos más de la mitad de lo que consumimos de estos insumos». Los cambios, acusó, beneficiaron a las élites políticas y económicas. «Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo (…), causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y violencia que padecemos».
AMLO ganó la presidencia con la votación más alta (30 millones). Para impulsar el cambio de régimen propuesto por el caudillo en tres campañas, los ciudadanos le dieron a la alianza Morena-PT-PES mayoría absoluta en la Cámara Baja (308 diputados) y en la Cámara Alta (69 senadores). Con ese aval, negado a Vicente Fox, a Felipe Calderón y a Peña Nieto, López Obrador empezó a desmontar las bases de un sistema caduco y a recuperar el control del país para el Estado, hasta hace poco sometido a los grupos de interés. «El Gobierno —dijo en su mensaje inaugural— ya no será un simple facilitador para el saqueo… (tampoco) un comité al servicio de una minoría rapaz». Ofreció una transformación «profunda y radical», pero a la vez «pacífica y ordenada».
La 4T ha sido un revulsivo. Afectar los intereses creados confrontó a los poderes público y privado. El mito según el cual elevar el salario por encima de la inflación generaría una escalada mayor, cayó por su propio peso. Los programas sociales, rechazados por las cúpulas, redujeron en casi 10 millones el número de pobres (Inegi-Coneval). Un estudio del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y del Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE), publicado en 2014, advierte: «La pobreza es referenciada como la primera causa estructural de la violencia (21.4%); en segundo lugar la corrupción gubernamental (20.6%), y en tercer lugar la debilidad de los valores sociales (17.9%)».
Para contener el avance de Morena, «detener el autoritarismo», «restaurar el pluralismo» y controlar desde el Congreso al presidente, los grupos de poder y los intelectuales afines revivieron el Pacto por México de Peña Nieto. Reunieron al PRI, PAN y PRD bajo el paraguas de la coalición Va por México (hoy llamada Fuerza y Corazón por México) regenteada por el empresario Claudio X. González. El resultado fue desastroso y podría repetirse el 2 de junio. En las elecciones intermedias Morena y sus aliados (PT y Verde) perdieron 30 escaños, pero conservaron la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (278). El bloque opositor obtuvo en los estados solo un puñado de gubernaturas.
La probabilidad de que la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, encabece como López Obrador un Gobierno unificado (con mayoría parlamentaria) es alta, pues ha liderado las intenciones de voto de manera clara y sostenida. Una encuesta de Grupo Reforma apunta en esa misma dirección: el 55% está de acuerdo en que el futuro presidente tenga también mayoría en el Congreso (Reforma, 19.03.24). De ser así, Sheinbaum avanzaría el proyecto de la 4T. El frente PRI-PAN-PRD corre el riesgo de perder más posiciones por el reparto sectario de candidaturas, como señaló Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano. En el debate de este domingo, Xóchitl Gálvez reincidió en el error de enjuiciar a AMLO. No porque no haya materia, la cual existe de sobra, sino porque no ha ganado votos ni ha hecho mella en la popularidad del presidente.