Un efecto más de la alternancia en el poder es que los estados empezaron a ser gobernados por jóvenes sin la trayectoria, experiencia y formación sus predecesores. En no pocos casos fueron causa de ruina, pues tales condiciones las suplieron con codicia y ambición para escalar al siguiente peldaño. El mérito de Enrique Peña Nieto para gobernar el Estado de México fue su parentesco con Arturo Montiel, su tío. Peña, como Humberto Moreira en Coahuila, no pasó por la Cámara de Diputados, el Senado o alguna secretaría de Estado. Cinco años les bastaron para ocupar las gubernaturas de sus respectivas entidades después de haber sido diputado local y secretario de Finanzas, el primero; y titular de Educación y alcalde, el segundo, con más sombras que luces.
Es un lugar común advertir que la «nueva generación» de gobernadores exaltada por Peña Nieto resultó ser también una de las más cínicas y deshonestas. «La foto maldita del “nuevo PRI”». Así se conoce la fotografía de Peña, ya como presidente, con gobernadores de todos los partidos (la mayoría del PRI) tomada en Palacio Nacional. Siete de ellos fueron encarcelados por delitos de lavado de dinero, peculado, desfalco, asociación delictiva y enriquecimiento ilícito. Uno más fue asesinado en un bar de Puerto Vallarta.
El ascenso meteórico también vuelve efímeras las carreras políticas y deja en el limbo a quienes, después de haber ejercido el poder discrecionalmente, ahora disponen de fortunas para influir en decisiones políticas y ponerse fuera de alcance de la ley. Sin embargo, los estados se encuentran en un proceso de reacomodo. El PRI, otrora fuerza dominante, gobierna hoy solo dos entidades (Coahuila y Estado de México), Movimiento Ciudadano otras tantas y el PAN cinco. Un dato relevante es que nueve estados son gobernados por mujeres (siete de Morena y dos de Acción Nacional), lo cual podría ser el inicio de un cambio sustantivo en la conducción política y en los resultados de la gestión gubernamental.
Por primera vez la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Instituto Nacional Electoral son presididos por mujeres y dentro de poco también el país mismo podría serlo. México figura entre los seis países donde las mujeres ocupan el 50% o más en las Cámaras de Diputados o en parlamentos unicamerales, advierte un documento de Naciones Unidas. «Las mujeres demuestran liderazgo político al trabajar por encima de las divisiones partidarias… —incluso en los escenarios políticos más agresivos— y al defender asuntos de igualdad de género como la eliminación de la violencia de género, licencias parentales y cuidado infantil, pensiones, leyes de igualdad de género y reforma electoral», observa la organización.
El voto femenino en México supera al de los hombres (49.4 millones frente a 45.6). La participación de la mujer ha aumentado en los últimos años, tanto en defensa de sus derechos políticos como de la democracia. No es casual que, en Estado de México, una de las entidades más machistas y donde la violencia de género es mayor, la gubernatura se la disputen dos mujeres (Delfina Gómez, de Morena, y Alejandra del Moral, del PRI). En Coahuila todos los aspirantes al Gobierno son varones, lo cual, en vez de desalentar la concurrencia de las féminas a las urnas, debe incentivarla por los múltiples rezagos y agravios acumulados contra ellas, su dignidad y sus familias.