Los colectivos contrarios al cambio de régimen han sacado la bandera blanca a Claudia Sheinbaum. Prometen ser «propositivos en este nuevo ciclo de la vida nacional» y presentar «caminos alternativos para la solución de los grandes problemas» del país. Erigidos en defensores de la patria, advierten que se mantendrán «vigilantes y críticos frente a cualquier acción que atente contra el bien común». «Marea rosa», «Unidos» y «Seguimos en marcha» dieron la bienvenida a Sheinbaum con un desplegado donde utilizan el tono de su movimiento político y de su soberbia para repetir consignas: «México no es de un solo color ni tiene una sola voz».
El mensaje resulta ambivalente por su acento imperativo («A gobernar para todos»). Frente a la frustración por la derrota apabullante del 2 de junio, un cambio de actitud forzado por las circunstancias. Sheinbaum es la mandataria con mayor poder y legitimidad. Adversos a la reforma judicial y a todas las emprendidas por la 4T, los colectivos dicen que «muchos de los avances hacia la igualdad», conseguidos en las últimas décadas, también se deben a ellos. «La llegada de una mujer a la Presidencia de la República despierta esperanza». No mencionan a Sheinbaum, pero la retan: tiene «la enorme responsabilidad de gobernar (…) para quienes queremos vivir sin miedo de salir a la calle» (uno de sus lemas para inducir el voto contra Morena).
Hablan de los millones de votos emitidos por los candidatos, pero no de la distancia entre el primero y el segundo lugar que le permitió a la alianza «Sigamos haciendo historia» ganar la presidencia y obtener mayoría calificada en el Congreso. AMLO no deja de ser el centro de sus obsesiones: «Una democracia verdadera se nutre y fortalece con las diferencias, mientras que se debilita cuando se trata de imponer una voluntad única y autoritaria». Su retórica es machacona: «Seremos más fuertes si la voz de todos (…) quienes formamos el pueblo (…) somos escuchados, respetados y tomados en cuenta». «Unidos» asusta con fantasmas y, con la misma ampulosidad, promete luchar sin cuartel «contra las tendencias autoritarias que ponen en grave riesgo a nuestra república». La incitación a Sheinbaum «a asumir el reto de actuar como jefa de Estado y no como representante de una facción» es en realidad una provocación.
En su toma de posesión, la presidenta replicó a los agoreros del desastre: «Cualquiera que diga que habrá autoritarismo, está mintiendo». Con respecto a la reforma impugnada por la Marea rosa, fue igual de tajante: «(…) significa más autonomía para el Poder Judicial. (…) si el objetivo hubiera sido que la presidenta controlara la Suprema Corte, hubiéramos hecho una reforma al estilo Zedillo (quien la desapareció y la sustituyó con ministros propuestos por él). No. Eso es autoritarismo, nosotros somos demócratas. Queremos que termine la corrupción en el Poder Judicial. (…)
»Es un proceso donde habrá una convocatoria única, un comité de selección de candidatos y candidatas para garantizar que se cumplan los requisitos (…). ¿Cómo va a ser autoritaria una decisión que en esencia es democrática y permite que el pueblo decida?», cuestionó. El país se encamina hacia una democracia participativa donde la ciudadanía ya puede, mediante la revocación de mandato, cambiar de presidente. Mientras las oposiciones siguen pasmadas y la marea rosa retrocede, un tsunami impulsa a Sheinbaum. Su color es guinda.