Lo primero que Xóchitl Gálvez necesita para despuntar en la carrera presidencial consiste en remontar la percepción de una derrota inminente; de lo contrario no podrá acortar distancias con Claudia Sheinbaum. Las semanas iniciales de las campañas han puesto de relieve las dificultades de la candidata del PAN, PRI y PRD para ser vista con posibilidades reales de ganar el 2 de junio. El entusiasmo de la senadora hidalguense con licencia no contagia ni basta para afrontar a la maquinaria del partido oficial, convertido en la nueva aplanadora electoral. Morena, como en los tiempos del PRI, domina la escena política.
Candidata improvisada, Gálvez rivaliza con una política que se preparó desde la jefatura de Gobierno de Ciudad de México para ser presidenta y continuar el proyecto de la 4T. Se trata de una competencia desigual por donde se le vea. Gobernar la mayoría de los estados (23) le brinda a Morena una ventaja estratégica. También juegan en favor de Sheinbaum los programas sociales que entre 2020 y 2022 permitieron rescatar de la pobreza a casi 9 millones de personas (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 2023).
Gálvez explota los fracasos de la 4T (inseguridad, violencia, déficit de servicios sanitarios, desabasto de medicamentos) para captar el voto del hartazgo, de la insatisfacción ciudadana y del miedo. Sheinbaum tiene de su lado la estructura territorial y política de Morena y el respaldo de un presidente aún popular, no obstante sus desaciertos y desbarres. Gálvez suma a su causa a los poderes fácticos, a las élites económicas, a la «comentocracia» antiobradorista y a un sector de la prensa extranjera contraria a las reformas del presidente López Obrador en materia eléctrica y petrolera. Los reportajes sobre el supuesto financiamiento de barones de la droga a las campañas de AMLO de 2006 y 2018, con datos filtrados por la DEA y desestimados por el Gobierno de Estados Unidos, reflejan desesperación ante el avance de Sheinbaum.
Algunos analistas critican a los sectores de la prensa y de la iniciativa privada que dan por sentado el triunfo de la candidata de la coalición Morena-PT-Verde. «Los medios le hacen vacío a la oposición. Los empresarios se trepan al camión oficialista haciendo cálculo de las ventajas que les ofrece el vasallaje. Los derrotados se humillan para aparecer en la foto. Los intelectuales ofrecen razones para distanciarse del Gobierno agonizante al tiempo que brincan a elogiar a quien sí hará realidad el gran proyecto traicionado. El mensaje del poder en su renovación, más que triunfal, es soberbio: la historia les pertenece» (Jesús Silva Herzog-Márquez, Reforma 22.01.24).
El dinero se orienta por el olfato más que por un sexto sentido. Para los detractores de López Obrador, la declaración de que su autoridad moral está por encima de la ley, lo confirma como un déspota. La Constitución y la democracia, para ellos, han sido suplantadas por la voluntad del «tirano». Sin embargo, el discurso se contradice a sí mismo. La comentocracia se expresa sin restricción alguna. Los empresarios nacionales y extranjeros tampoco han dejado de invertir y de obtener utilidades. El mito según el cual elevar el salario mínimo en términos reales provocaría una escalada de precios, cayó por su peso. Si el capital tomó asiento en el tren de la 4T puede deberse a que las profecías apocalípticas no se cumplieron. El país, a pesar de los problemas exacerbados en el sexenio feneciente, no es el que pintan (de rojo) los medios de comunicación para los cuales Gálvez pasó ya de heroína a campeona sin corona.