La cantidad y el tipo de medicamento, así como la velocidad de absorción, tienen un impacto directo en la localización elegida para darnos el pinchazo, pero no son las únicas opciones…
En el momento en el que nuestro médico decide, por nuestro bien, claro, ponernos una inyección, la mayor parte de nosotros esperamos que sea en nuestro brazo. Pero no es nada extraño que, dependiendo del tipo de producto que necesitemos en nuestro cuerpo, ese pinchazo acabe en nuestra tripa o el más humillante todavía: en nuestra nalga.
Nosotros, como pacientes, solemos cerrar el pico y aceptarlo sin mediar palabra, pero sin tener la menor idea del porqué. Es por esto que, desde Alimente, hemos analizado cuáles son las razones de que cada inyección se ponga en un sitio concreto.
«Algunas medicaciones pueden irritar los vasos sanguíneos, por lo que en estos casos se eligen las intramusculares también»
Los tres motivos principales que juegan un papel fundamental en determinar en qué área se pone la inyección son qué tipo de medicina se está utilizando, qué cantidad se pretende administrar a nuestro organismo y qué velocidad de absorción deseamos.
Las formas de administrar una inyección varían mucho:
- Intravenosas. Son aquellas que entran directamente en el torrente sanguíneo, como a través de una vía si estamos hospitalizados. El beneficio que tienen es que su efecto es inmediato.
- Intramusculares. Son, como su nombre indica, las que se aplican al interior de un músculo para que los pequeños vasos sanguíneos del mismo la absorban poco a poco, de forma algo más lenta que las intravenosas. Son aquellas inyecciones que nos ponen en el deltoides de nuestro brazo o en la parte superior de las nalgas. En el caso de los bebés, se suele elegir la parte superior de la pierna, dado que es uno de los músculos más grandes de sus pequeños cuerpos.
- Inyecciones subcutáneas. Estas son las que se suelen poner en el tejido graso de nuestro organismo, normalmente en el michelín, justo debajo de nuestro ombligo. La idea de esta práctica es aprovechar el escaso riego sanguíneo que tienen las células adiposas para que el medicamento se libere lentamente. El caso más común de esto son las inyecciones de heparina, que muchos nos hemos puesto a nosotros mismos.
- Intradérmicas. Son las que ni siquiera atraviesan toda la piel, sino solo una parte. Son las que liberan el medicamento más lentamente. El lugar donde se suelen administrar es en el antebrazo o en la espalda, justo por debajo del omóplato.