«Antes la gente se llenaba a embutidos y ni se planteaban que ese abuso fuera perjudicial para su salud»
Dietas, consejos nutricionales, gurús, superalimentos, la nutrición es un aspecto que va ganando peso tanto en las rutinas individuales como en la propia sociedad.
Que cada vez se esté más informado ha provocado un choque de creencias. Resulta que algunos alimentos que han gozado de buena fama durante años, siendo considerados como saludables, en la actualidad se sabe que tienen más peros de los que deberían.
Pan Blanco
El mayor inconveniente del pan blanco es que está elaborado a base de harinas refinadas, que han sido procesadas para eliminar el salvado y el germen de trigo, dejando solo el endospermo. El resultado es un alimento suave y esponjoso, pero con un nivel bajo de fibra dietética. Además, posee un alto índice glucémico, lo que significa que aumenta rápidamente los niveles de azúcar en la sangre después de su consumo.
Jamón York
El jamón se reconoce fácilmente en el supermercado cuando consultamos la lista de los ingredientes. Lo que más llama la atención es que el contenido de carne se sitúa en torno al 55%, aunque algunos tienen más que otros. El resto son almidones, agua, dextrosa de maíz, proteínas de soja, sal y aromas. Por lo que se termina pagando a precio de carne otros elementos que no lo son.
Lo más curioso es que el jamón York ni siquiera existe, se trata de una denominación que no está regulada por ninguna legislación.
Jugo natural
La principal razón de por qué los jugos de fruta no son saludables es su alto contenido en azúcares. Estos provienen de la propia fruta, pero al carecer de la fibra que aporta la pieza entera, ocurre como con el caso del pan blanco, aumenta el nivel de glucosa en sangre. Encima, algunas marcas añaden azúcar de forma artificial para hacer un producto aún más dulce.
Cereales para el desayuno
El principal problema de estos cereales es que muchas marcas les añaden una gran cantidad de azúcar, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja sobrepasar los 25 gramos de azúcar libre o añadido al día. Un límite que adultos y niños sobrepasan con facilidad.
Un problema agravado por la confusión en las porciones, ya que en el valor nutricional de los cereales se señalan unas raciones que luego no se parecen a las cantidades que los niños ingieren.