En 2023 han sido varios los grandes pintores cuyos lotes han quedado desiertos en subasta. En una puja celebrada en Christie’s no encontraron comprador ‘Mujer sentada con sombrero de paja (María Teresa)’ de Picasso, ‘Sin título’ de Pollock y ‘Antropometría’ de Klein. Una lista negra que se alarga más allá incluso de Warhol y Basquiat debido a lo que se barrunta es ya una disminución de precios o corrección del mercado (llámenlo como quieran) que está afectando a las obras de los más reconocidos artistas.
Pero no a todos.
Una obra tardía de Gustav Klimt, ‘Dama con abanico’, se vendió recientemente por 86 millones de euros –casi 100 millones con las tasas–, lo que la ha convertido en la más cara subastada en Europa, superando, de largo, la estimación previa. La pintura muestra a una mujer con un fondo resplandeciente de dragones y flores de loto con una clara influencia china. La última vez que cambió de manos fue en 1994, por 11,6 millones de dólares.
No es la primera vez que el artista clave del modernismo de principios del siglo XX revienta las casas de subastas. Su ‘Bosque de abedules’ se vendió el año pasado por 104,6 millones de dólares. Antes, en 2006, su primer retrato de ‘Adele Bloch-Bauer’ se colocó por 135 millones de dólares. Ese mismo año, ‘Adele Bloch-Bauer II’ hizo lo propio por 87,9 millones de dólares. Dos más de sus retratos se vendieron de forma privada por más de 100 millones de dólares.
Este es el momento en que, en contraste con su éxito póstumo, pasamos a describir las penurias por las que pasó el austríaco durante su vida al estilo de Van Gogh, Rembrandt, El Greco, Vermeer, Monet, Gauguin, Cézanne o Seurat, por poner algunos ejemplos, que murieron en la pobreza.
Pues bien, tampoco es el caso.
En los albores del siglo XX, Viena era un epicentro de las artes visuales. La ciudad se convirtió en un imán para los artistas más innovadores de Europa que rechazaban la representación realista del mundo físico, y entre todos ellos pronto destacaron Kokoschka, Schiele y, por supuesto, Klimt.