La huella del cigarrillo queda impresa en el organismo en múltiples formas: el tabaco acelera la ateroesclerosis, conocida como la enfermedad de las arterias, un proceso de degeneración que ocurre con el paso del tiempo pero que se acelera y adelanta por factores como el tabaco. Puede llegar incluso a producir trombos, que a su vez es posible que provoquen infartos, bien sea en el territorio cerebral o en el miocardio. Y también puede provocar cáncer de pulmón, tumores en boca, laringe y esófago o Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), entre un largo etcétera de enfermedades.
La buena noticia es que los efectos de abandonar el tabaco son visibles ya en las primeras semanas porque dejar de consumir las más de 4.000 sustancias tóxicas que contiene un cigarrillo proporciona una serie de cambios. Tanto que, al dejarlo, se rejuvenece.
Estos son los beneficios que el organismo experimenta tras horas, semanas y años después de dejar de fumar:
– En las primeras semanas: mejora la circulación, la presión arterial y se reduce la frecuencia cardiaca. También mejora el olfato, el gusto y el aspecto de la piel. Desde el punto de vista respiratorio se normaliza el monóxido de carbono en sangre, se relaja el borncoespasmo, se reduce la tos y mejora la respiración
– Al año. Se reduce el riesgo de infarto al 50%.
– A los 10 años. Se reduce el riesgo de cáncer de pulmón al 50%. Se reduce el riesgo de otros tumores.
– A los 15 años. Se iguala el riesgo de accidente cerebrovascular al de una persona que nunca fumó.