Chiapas, uno de los estados más militarizados de México, sufre continuas confrontaciones entre bandas criminales. Las organizaciones de derechos humanos en la zona documentan desplazamientos y abusos perpetrados en contra de la población local, explica Thomas Milz, en un amplio reportaje publicado por el diario Neue Zürcher Zeitung (NZZ), uno de los más relevantes de la escena mediática de Suiza.
Los habitantes de la región se encuentran atrapados en medio del fuego cruzado de los carteles. En Comitán de Domínguez, una ciudad en Chiapas, se observa la presencia de la Guardia Nacional, con vehículos blindados y soldados armados, mientras que, por otro lado, las personas emigrantes y las drogas se transportan ocultamente en camiones de los carteles que se disputan el poder en la zona.
Es el Corredor Central, una de las tres rutas de Chiapas, en el paso de drogas e emigrantes hacia Estados Unidos. Allí, hasta 2020, el cartel de Sinaloa controlaba la región. Ahora se enfrenta al cartel de Jalisco Nueva Generación y sus aliados guatemaltecos, Los Huistas. Este conflicto ha desplazado a cientos de familias. Algunas de ellas han regresado a sus pueblos para cuidar de sus cultivos y ganado, a pesar del peligro constante del saqueos y violencia.
El centro pastoral La Krystalina, situado en un pequeño bosque a las afueras de la ciudad de Comitán, en meses pasados ha servido de refugio a familias que han huido hasta allí desde los pueblos de los alrededores de la presa de Angostura y de la región fronteriza. Algunas de estas familias ya se han trasladado a otros estados de México o hacia Estados Unidos, mientras que otras se esconden con amigos y parientes en Comitán, explica la monja Gloria Murúa, responsable del centro pastoral para asuntos sociales y de migración.
La diócesis local ha informado repetidamente a las autoridades federales sobre la situación.