La exposición que muestra lienzos del malagueño y diseños de la francesa en el Museo Thyssen de Madrid es una de las más exitosas de la temporada
En la primavera de 1917, saltaron chispas de belleza y creatividad: se conocieron dos genios, Pablo Picasso y Gabrielle Coco Chanel. ¿Los culpables? El poeta y dramaturgo Jean Cocteau, la pianista Misia Sert y la bailarina Olga Jojlova, que pocos meses después se convertiría en la primera mujer del pintor. Era París, tenían poco más de 30 años y el mundo intelectual y artístico (y privilegiado) de la capital francesa se abría al fulgor de los años veinte. Nadie pensaba entonces en lo que ocurriría un par de décadas más tarde. Aquella amistad entre un pintor que ya era una estrella —adalid del cubismo, autor de cuadros como Las señoritas de Avignon— y una modista que ya tenía varias tiendas y cuyos diseños habían aparecido en Vogue, salió bien y dio lugar a una serie de creaciones que todavía hoy, cien años después, siguen siendo rabiosamente modernas. Esa es la genialidad.
Teatro en los años veinte
La verdadera colaboración, entre Chanel y Picasso comienza en 1922 con la obra Antígona en versión de Jean Cocteau, que se iba a estrenar en L’Atelier de Montmartre, un teatro que volvía a abrir tras haberse convertido los años anteriores en un cine. Por allí pasarían, además de Cocteau, otros creadores como Jules Romains y décadas después actuarían Brigit Bardot o Jean-Paul Belmondo. Afortunadamente, hoy en día sigue en pie.
En aquellos años veinte, era un potente centro de los intelectuales y artistas de París, y Picasso y Chanel acaban allí recluidos por Cocteau para que el primero se encargue de los decorados y la segunda del vestuario. Y lo que hizo ella, sobre todo con los trajes crudos y de color rojo, fue un éxito que salió en los periódicos, como resaltan algunas páginas que se pueden leer en la muestra. Aunque también son fantásticos los escudos de los romanos que pintó el malagueño y que se pueden ver en algunas imágenes.
La siguiente colaboración sería en 1924 en el ballet El tren azul del ruso Serge Diághilev en versión, de nuevo, de Cocteau esta vez en el Teatro de los Campos Elíseos (también existe todavía). Chanel hizo otra vez el vestuario, que esta vez gira en torno a un grupo de jóvenes snobs de vacaciones en la Costa Azul —este tren azul era de lujo, existía e iba de París a la costa—, por lo que es una ropa muy deportiva. Chanel creó trajes de baño, de golf y de tenis, que eran los deportes de moda entre la clase pudiente. Picasso, que había pintado cuadros como Las bañistas —la perfecta iconografía del moderno en la playa en esa década— se encargó del telón de fondo que fue la imagen de Dos mujeres corriendo en la playa. Por cierto, de este ballet hizo el Victoria and Albert Hall de Londres una gran exposición en 2010.