El Partido Conservador (PC) y la ultraderechista Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) perdieron las elecciones generales y legislativas celebradas en Reino Unido y Francia el 4 y el 7 de julio, respectivamente. En el primer caso el resultado estaba cantado, dada la impopularidad del primer ministro Rishi Sunak, reprobado por el 75% de los británicos (el mismo nivel de Enrique Peña en México al final de su Gobierno). Los tories perdieron el poder tras 14 años de ejercerlo. BBC News calificó de «aplastante» la victoria del Partido Laborista, de centroizquierda. Con 412 escaños frente a 121 del PC, su líder, Keir Starmer, se convirtió en primer ministro.
Nieto de inmigrantes indios, Sunak y su esposa, Akshata Murty, son uno de los matrimonios más acaudalados de Reino Unido. «La gestión de su estatus es (…) una de sus grandes debilidades políticas (…), expertos consultados (…) destacan su incapacidad de acercarse a un electorado que lo percibe como un político muy alejado de su realidad» (Radiotelevisión Española [RTVE], 05.07.24). La misma percepción se tiene de los políticos millonarios en cualquier país del mundo. Trátese de Italia (Silvio Berlusconi), Brasil (Fernando Collor de Melo), Estados Unidos (Donald Trump), Chile (Sebastián Piñera) o México, donde los presidentes terminan con fortunas incuantificables (Salinas de Gortari) y otros políticos llegan al poder para acrecentarlas.
Sunak declaró en una entrevista, para matizar, haber crecido «sin muchas cosas». Ash Kayte Stokoe, profesora de la Universidad de Birmingham, borró ese gesto de humildad fingida. «La gente vio absolutamente ridículo que mencionara una experiencia cotidiana de un niño que no consigue todo lo que quiere como si fuera equiparable a prescindir de necesidades básicas». La académica dice que «el electorado percibe a Sunak como alguien que gobierna “para los ricos”». Marta Cantijoch, politóloga de la Universidad de Manchester, coincide: «Sunak encarna los aspectos del Partido Conservador que la opinión pública percibe como más negativos (…), esa élite privilegiada alejada de los problemas de la ciudadanía» (RTV). En México, el PAN y el PRI representan los mismos intereses. Por eso perdieron el poder.
En Francia, el triunfo de RN, en la primera ronda de las elecciones parlamentarias anticipadas, hizo temer el ascenso del partido de Marine Le Pen a la presidencia. Para evitarlo, miles de personas se movilizaron en París previo las votaciones del 30 de junio. Philomène, manifestante de apenas 16 años, declaró a France 24: «Yo estoy aquí por mi futuro, no quiero vivir en una Francia racista y fascista» (16.06.24). Los parisinos volvieron a las calles el 3 de julio para protestar por el avance de la extrema derecha. El resultado, cuatro días más tarde, fue categórico. Contra todos los pronósticos, la izquierda, agrupada en la alianza Nuevo Frente Popular (NFP), envió al tercer lugar a RN y al bloque Ensemble, del presidente Emmanuel Macron, a la segunda posición. Ninguno obtuvo la mayoría absoluta de 289 asientos en la Asamblea Nacional.
La experiencia francesa podría repetirse en Estados Unidos en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre próximo. Joe Biden, quien cedió su lugar a la vicepresidenta Kamila Harris, y Donald Trump estaban empatados antes del primer debate. El republicano se despegó unos puntos después del intento de asesinato en Pensilvania. Nada definitivo. Además, Trump nunca cambiará. Lo mismo que en Francia y otros países, en Estados Unidos la ultraderecha concita repudio. En Milwaukee, sede de la Convención Nacional Republicana, miles de personas protestaron contra Trump por su agenda racista. Los países siempre cuentan con reservas de patriotismo y sensatez.