Me pregunto cómo resisten los ucranios conociendo el ajetreo en el que viven las democracias europeas, asaltadas por un populismo enamorado de Putin
En su columna para El País, Lídia Jorge reflexiona sobre la fragilidad de la paz y la realidad de la guerra en Ucrania, utilizando la imagen de una paloma, símbolo universal de la paz, para ilustrar sus argumentos.
La autora comienza recordando una experiencia de su infancia en la casa del señor Ventura, un hombre enérgico y generoso que criaba palomas en su azotea. Entre ellas, había una paloma blanca con cola de abanico que tenía un lugar especial en su corazón. Ventura incluso comía con ella en el hombro. Un día, la paloma salió volando por una ventana abierta y chocó contra un camión, muriendo en el acto. El señor Ventura, destrozado, lloró sobre el cuerpo de su querida «mascota de la paz». Esta historia sirve como metáfora de la vulnerabilidad de la paz, representada por la paloma.
Jorge continúa explorando la asociación de la paloma con la paz, que se remonta al Génesis bíblico, donde una paloma trae una rama de olivo a Noé después del diluvio. Sin embargo, destaca que el simbolismo de la paz es complejo y multifacético, varía entre individuos, naciones e imperios, y puede adquirir significados opuestos en contextos de guerra. Este pensamiento la llevó a reflexionar sobre los discursos pronunciados en la cumbre de la OTAN en Washington, especialmente en relación con la guerra en Ucrania.
Durante la cumbre, Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, enfatizó el apoyo incondicional a Ucrania frente a la agresión rusa, señalando los costos y riesgos que esto conlleva para todos. Jorge cuestiona si los ciudadanos occidentales son plenamente conscientes de estos riesgos y de los sacrificios necesarios. En tiempos de violencia extrema, los discursos solemnes deben resaltar las realidades probables y los costos en vidas y bienes.
El pueblo ucraniano, argumenta Jorge, es quien verdaderamente entiende los costos de la guerra. Mientras se celebraba la cumbre de la OTAN, innumerables ucranianos murieron o resultaron heridos, sus hogares destruidos y sus infraestructuras dañadas. A pesar de esto, los ciudadanos ucranianos han mostrado una notable capacidad de resistencia y unidad en defensa de su territorio, aunque la magnitud de los sacrificios ha afectado su moral con el tiempo. Andrei Kurkov, un escritor ucraniano, explicó que el buen humor inicial de los ucranianos se desvaneció ante la dura realidad y el futuro incierto.
La autora también examina la situación en las democracias europeas, que enfrentan desafíos como el populismo y el extremismo de derecha, que simpatiza con Putin. Se pregunta si la Unión Europea permanecerá unida en su apoyo a Ucrania, considerando la defensa de la libertad como una causa común. La inestabilidad política en Estados Unidos, exacerbada por la posibilidad de que un líder que ve el mundo como un mercado comercialice todo, plantea dudas adicionales sobre la continuidad del apoyo occidental a Ucrania.
Jorge subraya la dificultad de creer en la resistencia ucraniana sabiendo que enfrentan ataques diarios con misiles provenientes de diversas naciones. A pesar de la ayuda militar limitada que reciben, los ucranianos deben decidir su camino, evaluando las promesas y el apoyo real de sus aliados.
La autora concluye que solo los ucranianos pueden determinar su futuro, balanceando el apoyo internacional y los sacrificios exigidos por una lucha tan brutal y desigual. Esta guerra, observa, permite al mundo seguir en tiempo real la devastación de la paz, simbolizada por la paloma blanca. La lección sobre la naturaleza del conflicto armado es abrumadora, destacando la fragilidad de la paz y la tragedia de la guerra.
En resumen, Lídia Jorge utiliza la imagen de la paloma de la paz para reflexionar sobre la guerra en Ucrania, la resistencia de su pueblo y los desafíos que enfrentan las democracias occidentales en su apoyo. La paz, como la paloma, es frágil y requiere un compromiso constante y consciente para mantenerla viva.