El tren de la sucesión atraviesa el túnel de la incertidumbre. El gobernador Miguel Riquelme preparó a Manolo Jiménez para sucederle, y Ricardo Mejía promueve su candidatura con el visto bueno del presidente Andrés Manuel López Obrador. La duda es si al salir del pasadizo el exalcalde de Saltillo y el subsecretario de Seguridad Pública mantendrán sus posiciones o en el trayecto surgen sorpresas y las cosas cambian. Jiménez, secretario de Desarrollo Social, y Mejía están en campaña con la doble cachucha de aspirantes y funcionarios.
El proceso comicial iniciará en noviembre y junto con el gobernador se elegirán diputados. La sucesión corre por vías conocidas, pero, a diferencia de 2005, 2011 y 2017, cuando Humberto y Rubén Moreira y Miguel Riquelme no afrontaron oposición interna capaz de descarrillar el proyecto y vencieron todos los escollos para hacerse con el poder, hoy existe el riesgo de que los fantasmas del PRI le armen lazo. Dieciocho años de exclusión y control han erosionado al partido de los carros llenos. Entre los agraviados del moreirato priva un ánimo de venganza, cuyo catalizador, Ricardo Mejía, acompaña al presidente López Obrador en las mañaneras cuando se tratan temas de seguridad.
Jiménez tampoco se despega de Riquelme. La «M» de Manolo, de Moreira y del programa «Mejora Coahuila» es la insignia de la campaña incipiente del delfín, cuyas incursiones en territorios de Morena (Acuña y la Región Carbonífera), según cuentan, han sido exitosas. El lema de Rubén fue «Más (Moreira) mejor (Coahuila)». Imaginación no falta. La «M», de Miguel, es marca y amuleto. Mientras Manolo recorre el estado, reparte sonrisas y publica condolencias, sus operadores urden alianzas entre bastidores. Para neutralizar a Mejía y a Jorge Luis Morán, exjefe de la Unidad de Inteligencia Financiera, recién ingresado a las filas de Morena, consultan a Raúl Sifuentes, el «burbujo» mayor.
En el interregno, Jericó Abramo avanza contra viento y marea. El diputado cruzó la línea de no retorno al rebelarse contra la imposición de Jiménez y denunciar a la «cúpula» por cerrar el proceso y no tomar en cuenta otras opciones. El PRI le ha aplicado la ley del hielo, pero Jericó mantiene canales de comunicación con la ciudadanía y sus simpatizantes a través de las redes sociales. Es un buen perfil, pero le faltan dos cosas para ser gobernador: un partido que lo nomine y ganar las elecciones. Si algo distingue al exalcalde saltillense es su tenacidad y capacidad de trabajo. El PRI no ha sopesado lo suficiente el daño que podría causarle si compite por otras siglas o apoya a un candidato de oposición en caso de que la consulta no funcione.
Ricardo Mejía tiene un pie en la Subsecretaría de Seguridad Pública y otro en el estado. Sus giras por Coahuila son frecuentes. A diferencia de Abramo, quien, por cierto, también lleva la «M» en su segundo apellido (Masso), el lagunero ha ganado presencia mediática por su cercanía con el presidente y la expectativa de ser el candidato de Morena y el futuro gobernador. El silencio de Javier Guerrero, director de Operación y Evaluación del IMSS, la otra carta de Morena para la sucesión, es un misterio indescifrable. Lo suyo no es la víscera ni la estridencia, sino la estrategia, razón por la cual preocupa a unos y desconcierta a la mayoría. Es un activo valioso. Tirios y troyanos lo reconocen así. Mientras tanto, el tren se interna en el túnel de la sucesión. Cada día falta menos para ver la luz, poner nombre a las mantas y sonar las matracas.