A pesar de que su uso es popular en odontología o en partos en los que no se puede poner la epidural, cada vez más jóvenes de toda Europa lo utilizan para ‘viajar’, ignorando los múltiples riesgos para la salud que conlleva
Es una sustancia llamada ‘gas de la risa’. El consumo de este compuesto químico como sustancia recreativa es muy popular, sobre todo entre los más jóvenes, y esto es un peligro debido a los posibles efectos más que adversos de esta droga. Se está produciendo un aumento de casos de problemas neurológicos y de daños en la médula espinal debidos a su uso continuado.
Puede conllevar peligros graves, como la bajada brusca de la presión arterial, infarto de miocardio, hipoxia (falta de oxígeno) o alucinaciones visuales». Esos son los riesgos a los que los consumidores habituales se enfrentan a cambio de los otros efectos como «analgesia, aparición de euforia, entumecimiento del cuerpo, sensación de sedación, mareos, risa incontrolada, descoordinación motora, visión borrosa, confusión y cansancio».
La forma de adquirirlo, además, es un problema. Es una sustancia considerada ‘segura’ y, por tanto, tiene una regulación muy escasa, lo que permite que personas de todas las edades tengan acceso a ella.
Es por esto que, por ejemplo, el estado de Nueva York prohibió en el mes de agosto la compra a personas de menos de 21 años de edad (la edad mínima para comprar alcohol o tabaco en el país norteamericano) con el objetivo de evitar la «epidemia» de consumo (como las propias autoridades neoyorquinas lo definen) entre los más jóvenes.