Nos acercamos al final de enero todavía en fase pandémica, intentando superar esta última ola de contagios, presión hospitalaria y caos social que provoca Ómicron. Definitivamente, a estas alturas estamos todos más que desconcertados, saturados y fatigados por culpa del bicho.Qué pésimo momento, por cierto, para afrontar una guerra global como la que se prepara en Ucrania, país agredido sistemáticamente por el Gobierno de Vladimir Putin desde 2014. País que cuenta con el respaldo de la OTAN –y por extensión, de Estados Unidos– en caso de que Rusia decida invadirlo. Houston, tenemos un problema. Nuestras tropas están desplegadas en el área caliente, nuestras fragatas y cazas Eurofighter se preparan para presentarse en el lugar en el que, supuestamente, se producirían bombardeos televisados.
No nos engañemos: A los europeos, Putin nos considera débiles, dependientes de su gas y su petróleo, por mucha OTAN que le amenace. Pero la cuestión es si el presidente ruso puede permitirse, justo ahora, una contienda de gran magnitud con Occidente. Todas las tropas que ha enviado Putin a la frontera ucrania, además de la serie de maniobras aéreas y navales que ha lanzado en los Océanos para «mostrar músculo», son gestos que concuerdan perfectamente con el perfil de este tirano egocéntrico, que no acepta que las antiguas repúblicas soviéticas quieran alejarse de Moscú.¿Está dispuesto el Gobierno de Ucrania a resistir, en caso de un ataque militar en toda regla? Eso parece, a juzgar por las palabras del presidente del país, pidiendo a la población que no entre en pánico, que confíe. En el fondo, les está transmitiendo tranquilidad, porque en esta contienda estratégica les respaldará, si hace falta, todo Occidente, incluida Estados Unidos.
¿Hay posibilidad de conseguir, antes de que estalle la guerra televisada, un acuerdo negociado? En este punto se concentran los esfuerzos diplomáticos. Lo cierto es que la contienda entre Rusia y Ucrania ya comenzó hace mucho tiempo, a base de ataques cibernéticos y electrónicos. Rusia ha invertido, incluso, en misiles hipersónicos, que es como se miden las fuerzas entre adversarios en este incierto siglo XXI. Ojalá no llegue la sangre al río.