No hay duda de que pronto México tendrá que aumentar sus impuestos. Los números son claros: se necesitan más recursos públicos. La pregunta, más bien, es qué tanto aumentarán.
La respuesta depende, al menos en parte, de una decisión que se está tomando actualmente, pero a la que pocos han puesto atención: el impuesto global (1). Me explico.
En 2021, 138 países acordaron imponer un impuesto global del 15% a las multinacionales, pero no acordaron cómo se distribuirían las ganancias de dicho impuesto entre los países. Hasta ahora, la visión más vocal al respecto ha sido la de la OCDE. Su propuesta es repartir las ganancias dándole prioridad a los países donde las multinacionales tienen su matriz y no a aquellos donde las multinacionales realmente venden, producen o tienen empleados (2).
La propuesta de la OCDE es bastante subóptima para México. De seguirla, la mayoría de las ganancias del impuesto global terminarían favoreciendo a países ricos, sin darle su justa parte a países en vías de desarrollo como México. Como ha mostrado el trabajo del reconocido economista Gabriel Zuckman (et al 2022), con el impuesto tal cual lo plantea la OCDE, México solo recibiría 70 mil millones de pesos, mientras que Estados Unidos se quedaría con 140 veces más (3).
México y otros países en vías de desarrollo podrían negociar tener una mayor proporción de las ganancias del impuesto global. De hecho, algunos países ya lo están intentando. La semana pasada líderes políticos de 16 países de Latinoamérica y el Caribe se reunieron en Cartagena precisamente para dialogar al respecto.
El papel de México en la reunión fue vergonzoso. Mientras que otros países enviaron altos funcionarios de hacienda, economía y finanzas a la discusión, México les hizo el feo, enviando solamente a un mando medio de Relaciones Exteriores.
Esto se debe a que México ha decidido fijar su postura en cuanto al impuesto global obedeciendo a la OCDE y ni siquiera intentar negociar una postura que nos sea más benéfica. Esto es un error.
México tiene el complejo de creerse país rico y presa de ese espejismo está negociando del lado incorrecto. El acuerdo de la OCDE no solo nos dará muy poco, sino que excluye del impuesto global a multinacionales de finanzas, minería y a toda empresa que facture menos de 20 mil millones de euros.
Esto es ridículo. El resultado limita los impuestos a multinacionales a 200 empresas y fomenta complejidades que permiten evadirlo.
Famosos economistas como Joseph Stiglitz han hecho llamados públicos a los países en vías de desarrollo, incluyendo a México, para que reconsideren su postura y se unan en demandar un impuesto global que se distribuya de manera más justa. Colombia, Brasil y muchos otros países están intentando presionar para lograrlo.
No así México. México está convencido de que no debe hacer nada y con ello está dejando dinero sobre la mesa. No estamos entrando a la batalla de negociar un mejor acuerdo que nos dé una mayor proporción del dinero que se obtenga del impuesto global. Y con ello, estamos sentando las bases para que los mexicanos tengamos que pagar más impuestos en un futuro.
Esperemos que la posición del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, cambie. México debe involucrarse en negociar una propuesta alternativa de distribución del impuesto global que considere, no solo dónde están las matrices de las multinacionales, sino dónde tienen activos, empleados y ventas. México puede obtener mucho más de lo que la OCDE quiere darnos.