Pocos países en la historia del futbol encontraron un modelo de formación que les permitió patentar un estilo, defenderlo a pesar de los obstáculos, preservarlo ante las grandes derrotas, mejorarlo después de las grandes victorias, transmitirlo a través del tiempo y lo más difícil de todo: convertirlo en una cultura de juego.
El futbol español de selecciones nacionales, por donde queramos verlo, es el sistema más exitoso de nuestra época en todos los niveles de competencia.
Un solo dato, aplastante por su denominación, sirve para explicar la clase de potencia formativa de la que estamos hablando: el Premio Maurice Burlaz que la UEFA concede cada dos años desde 1990, ha sido entregado a la Real Federación Española de Futbol en ocho de las quince ediciones. El reconocimiento, poco conocido por la mayoría de aficionados y medios, valora el trabajo, prestigio y desarrollo de las categorías infantiles y juveniles a nivel continental.
Desde el año 1986 los canteranos españoles han ganado 9 veces el Campeonato Europeo Sub-17, siendo subcampeones en 6 ocasiones; ganaron el Europeo Sub-19 en 11 ocasiones saliendo subcampeones 4 veces; y ganaron el Europeo Sub-21 en 5 ocasiones, resultando subcampeones otras 4. Además, España ha sido campeona y doble subcampeona del Mundial Sub-20, y en 4 ocasiones alcanzó el subcampeonato mundial en la categoría Sub-17. Agreguemos a esto un oro olímpico, dos platas y los tres principales títulos que sellan el ciclo pedagógico deportivo: Eurocopa 2008, Copa del Mundo 2010 y Eurocopa 2012.
Cuando las chicas de la Selección Femenil Española estaban formándose como futbolistas, fueron acompañadas por un grupo de jugadores que fundaron esta historia. Trece años después, a las puertas de otra Final de Copa del Mundo, ellas juegan al futbol con el mismo estilo que lo hacían ellos: el sello del futbol español es tan poderoso, que no distingue género o generación.