Este viernes, el líder tomó posesión de la presidencia por otros seis años, tras proclamarse vencedor de unos comicios que, según muchos dentro y fuera del país, indudablemente perdió.
Es un autócrata condenado dentro y fuera de su país por haber robado las elecciones más recientes. Sin embargo, el viernes, Nicolás Maduro, el presidente venezolano que ha liderado el dramático declive de su país —que ha incluido una inflación galopante, apagones, hambre, migración masiva y el desmoronamiento de la democracia de la nación—, tomó posesión para un tercer mandato.
En la ceremonia celebrada en Caracas, la capital, Maduro levantó la mano izquierda y declaró que presidiría un “periodo de la paz, la prosperidad, la igualdad y la nueva democracia”.
“¡Lo juro por la historia!”, gritó.
Si permanece en el cargo los seis años del periodo presidencial, prolongaría el dominio de su partido hasta su tercera década en el poder.
Maduro regresa a Miraflores, el palacio presidencial de Caracas, incluso después de que millones de venezolanos expresaran en las urnas su deseo de cambio. Y lo hará en medio de su más duro despliegue represivo hasta la fecha, con la policía y los militares en equipos antidisturbios cubriendo las calles de la capital; periodistas, activistas y líderes comunitarios en prisión; y una amplia expansión de su aparato de vigilancia.