Nancy Pelosi renunció como presidenta de la Cámara el jueves, luego de que los demócratas perdieran por poco la mayoría en las elecciones de mitad de período. La primera mujer oradora en la historia de Estados Unidos permanecerá en el Congreso, en representación de su distrito natal en San Francisco. El final del liderazgo oficial de Pelosi seguramente provocará una reflexión sobre su creatividad legislativa, su destreza para recaudar fondos y su inevitable villanización como una mujer del saco demócrata. Sin embargo, personalmente recordaré a la presidenta Pelosi como un contraste muy necesario para el históricamente traicionero presidente Donald Trump.
Desde la víspera de su segunda oratoria en 2018, Pelosi ocupó un lugar valioso y muy necesario en la cultura: una mujer poderosa que critica al monstruosamente sexista Trump. Esta dinámica de género importaba en un país que todavía estaba muy dolido por la victoria en el colegio electoral de un depredador sexual acusado de manera creíble y un autoidentificado secuestrador de p**** sobre una aspirante a presidenta demócrata histórica. Fue muy satisfactorio ver a Pelosi en la cima, a solo dos peldaños de la presidencia, controlando al presidente siempre que sea posible.