El letargo del estado lo rompió la protesta de estudiantes del Instituto Tecnológico de Saltillo (ITS) por la invasión de sus instalaciones para montar una cantina vip. En ella, políticos y funcionarios cruzaron copas durante un concierto con motivo de las fiestas patrias. Los jóvenes no se manifestaban desde hace décadas con la contundencia con que lo hacen ahora. El plantón en el bulevar Carranza desquicia el tránsito en un sector de por sí saturado y provoca molestia entre los ciudadanos. Sin embargo, el conflicto no lo provocaron ellos, sino autoridades que abusan de las funciones públicas y la incompetencia de la directora del ITS, Gloria Hinojosa Ruiz.
El Gobierno afronta una situación potencialmente explosiva y a una comunidad que en lugar de bajar la cabeza —como ocurre en otras instituciones públicas— la yergue en defensa su escuela. Los movimientos estudiantiles han sido el motor de grandes transformaciones. El de 1968 provocó la apertura del sistema político y la posterior caída de la «dictadura perfecta», uno de cuyos rescoldos es nuestro estado. La rebelión de alumnos y maestros de la Universidad Autónoma de Coahuila, ocurrida a principios de la década de los 80 del siglo pasado, puso en jaque al Gobierno y dio fin a un cacicazo, pero cayó en manos de otro.
Los yerros y la falta de probidad en la dirección del ITS son al parecer el fondo de la crisis, pero la gota que colmó el vaso fue usar las instalaciones para vender alcohol —lo cual infringe la ley— y el trato dado a los estudiantes. No solo la cabeza de Hinjosa Ruiz debe pender de un hilo, también la de los funcionarios causantes del atropello y la de quienes lo consintieron. El argumento de Hinojosa según el cual se trata de un intercambio de favores entre la institución y el Gobierno, es ridículo e inadmisible, pues el cargo no la faculta para disponer del edificio a su arbitrio.
Si el pliego petitorio tarda en atenderse o es rechazado, se abrirán las puertas para que el problema, por su propia dinámica, escale y atraiga a grupos agraviados por diversas causas. El movimiento estudiantil y otros de carácter social (el de los obreros de Altos Hornos de México y el de la Coalición de Trabajadores de la Educación Pública, entre otros) pueden retroalientarse y colocar al estado en una situación comprometida. Las demandas de los alumnos del ITS están relacionadas con su entorno educativo, pero ellos provienen de familias afectadas por la falta de servicios y de un transporte deficiente. Sobre sus hombros recae también el peso de la megadeuda, tema excluido del debate público.
Donde menos se piensa salta la liebre, y esta vez lo hizo en uno de los pocos espacios no controlados por el poder. Los estudiantes de ITS han demostrado valor y capacidad de organización y liderazgo. Su movimiento, pacífico y respetuoso, excepto por las molestias causadas a terceros, genera simpatía y pone de relieve —sin ser ese su propósito— lo frágil de los equilibrios. El momento es delicado por estar en puertas del cambio de Gobierno. Existen sectores inconformes por la situación del estado y fuerzas que pugnan por un cambio político. El año próximo volverá a haber elecciones. Las autoridades deben cumplir la ley en vez de quebrantarla. Coahuila, por mucho que se quiera ver así, no es una isla. Lo que sí basta es una chispa para provocar un gran incendio.