La cuarta transformación alteró todo. Sacudió a la clase política y, Andrés Manuel, está desplazando casi completamente, a sus antagonistas. Los equilibrios del Prian, y sus alternancias, se rompieron. Morena tiene ya 22 gobernaturas; la alianza dos, el PAN cinco y el PRI dos que se van agotando. El tricolor está por extinguirse. López Obrador, se ganará su lugar en la historia por acabar con el mítico PRI, y su régimen de 75 años en el poder.
Es el retorno de los brujos. El obradorismo está poblado por viejas momias políticas, colmilludos, tramposos y poco honestos. Le ayudaron a AMLO a llegar, con millones de pesos o con votos. Él ya los absolvió, pero, a cambio, perdió la pureza que presumía: el “no somos iguales” no existe más. Vendió su alma al diablo.
Ahora, ya admite que hay corrupción en su gobierno y en su partido, pero dice que son menos corruptos que los de antes. Luego de cuatro años de gobierno federal, ha quedado establecido que, en su círculo más cercano, hay enormes negocios al amparo del presupuesto y tráfico de influencias. Su gobierno es malo, pero el presidente mantiene una fuerza electoral amplia que gana elecciones en serie.