El alcalde de Torreón, Jorge Zermeño, entregará una ciudad mejor de la que recibió en 2018. Los Moreira se empeñaron en socavar la capital lagu- nera desde que en las elecciones para goberna-
dor de 2005 Humberto perdió el municipio con Zermeño por un margen de casi 43 mil votos (de cada tres ciudada- nos, dos sufragaron por el PAN y uno por el PRI). José Án- gel Pérez venció en el mismo proceso a Eduardo Olmos. La venganza del clan fue inmediata: el cartel de Los Zetas invadió Torreón y después La Laguna entera; se dividió a la sociedad y se creó una estructura de gobierno paralela. El objetivo de recuperar la alcaldía en la siguiente elección se logró a un alto costo económico, pero el daño, visto en términos de pérdida de vidas y de desprestigio nacional e internacional, resultó inmensamente mayor.
Junto con Juan Antonio García Villa, Edmundo Gurza Villarreal y Jacinto Faya Martínez, Zermeño es uno de los líderes más sólidos y respetados de la oposición. Cuan- do el PAN abrevaba en el pensamiento de Gómez Morín, González Luna, Calderón Vega y Preciado Hernández y asumía con valor estoico el llamado de su fundador: «No
olvidemos que nuestro deber es permanente, no lucha de un día, sino brega de eternidad». Gómez Morín también exhortaba a «recordar constantemente que aquí nadie viene a triunfar ni a obtener; que sólo un objetivo ha de guiarnos: el de acertar en la definición de lo que será me- jor para México».
Zermeño obtuvo la alcaldía por primera vez en 1996, en el ejercicio del «deber permanente». Como candidato a re- gidor había sido detenido por la fuerza pública e internado en los separos de la PGR. ¿El delito? Repartir propaganda mientras el PRI tapizaba la ciudad. Después de ganar un escaño senatorial de mayoría en 2000, de presidir la Cá- mara de Diputados y de ser embajador de México en Espa- ña, Zermeño se convirtió en alcalde por segunda y tercera ocasión en 2018 y 2019, siempre con victorias abultadas.
Si ha sido buen alcalde y político, entonces ¿por qué perdió las dos veces que intentó ser diputado federal y no pudo conservar Torreón para su partido cuando estuvo en el poder? Primero, porque en democracia no siempre ven- cen los mejores; y segundo, por las circunstancias. Olmos recuperó la ciudad en 2009 por la estructura creada por
Humberto Moreira para ese fin, pero Miguel Riquelme es- tuvo a punto de perder en 2013, cuando el repudio contra el clan volvió a manifestarse en las urnas. Por Zermeño se vota para alcalde, no para legislador.
En las elecciones de este año influyeron otros facto- res: el exceso de confianza, el triunfalismo del candidato panista. Marcelo Torres dio por sentada su victoria so- bre Alberto Román Cepeda (PRI). La estadística le daba la razón (había sido diputado federal y local con mayoría abrumadora), pero su desempeño en la jefatura del Con- greso y del grupo parlamentario del PAN, casi equivalente al del PRI, decepcionó a los votantes. Su adosamiento y sus pactos con el Gobierno lo hicieron ver como satélite. Además, hizo una mala campaña, sin propuestas ni ima- ginación. Por si faltaran motivos para perder, la campaña según la cual el voto por el PAN le allanaría a Morena el camino a la presidencia municipal y aumentaría su peso en el Congreso, terminó de inclinar la balanza. Zermeño pue- de despedirse de la alcaldía con la frente levantada, pues bajo su gobierno Torreón recuperó liderazgo y volvió a ser atractiva para la inversión nacional y extranjera.