En ‘Mi padre hablaba cada 4 años’, el nuevo documental de Sonora, el periodista Hernán Casciari acerca la historia que se fraguó con su padre merced a la pasión por este deporte
A Hernán Casciari no le resultaba fácil hablar con su padre. En realidad, era más bien una misión imposible. Roberto Casciari era de ideología conservadora, así que no se podía hablar de política. Nunca había leído un libro, así que tampoco se podía hablar con él de literatura o historia. Para colmo, era un hombre tímido, así que las muestras de afecto eran inexistentes. Todo esto puede definir a gran parte de los padres de aquellos años, pero había un hueco recóndito, una parcela escondida, una especie de laguna legal, en la que Roberto se transformaba: el fútbol.
Cada cuatro años, el Mundial de fútbol paralizaba al padre ante el televisor. Jugaba Argentina y era motivo más que suficiente para que toda la familia se reuniese. Esos eran los momentos que los Casciari, padre e hijo, tenían para ellos, para (intentar) estrechar una relación que, fuera de los 90 minutos, era inexistente. Y lo mejor de todo es que no solo se hablaba de fútbol; era la oportunidad para hablar de otras cosas. Sirva como ejemplo esta conversación durante un Polonia-Alemania de 1978:
No era el único tema de conversación. Cuando el balón empezaba a rodar, Roberto Casciari hablaba de genética, de espionaje, de su hijo, del futuro…
A lo largo de seis episodios centrados cada uno en un Mundial, empezando por el de Alemania en 1974 y concluyendo en Estados Unidos 20 años después, Hernán Casciari hace un retrato cariñoso pero inclemente de su padre, un hombre irremediablemente de su época. Lo mejor de Mi padre hablaba cada 4 años es que, en este relato, hay mucho más de lo que parece: hay fútbol, hay política, hay filosofía, hay unión familiar y, ante todo, hay una unión, por muy efímera que sea, entre un padre y un hijo.
Todo ello en un formato que para Casciari, acostumbrado a la letra impresa, ha sido un regalo: «Es un lujo como escritor», nos cuenta. «Acostumbrados a que en la caja de herramientas solo haya comas, puntos y signos de exclamación, de repente encuentras herramientas nuevas: notas de flashbacks, vientos que proponen elipsis, personajes que cambian de ambientes y, sobre todo, las voces de tus criaturas golpeando en la cabeza del lector. Porque al lector le das un superpoder: de repente puede leer con los ojos cerrados».
Si te gusta el fútbol, te gustará Mi padre hablaba cada 4 años. Si no, también.