México enfrenta un escenario de bajo crecimiento económico, lo que pone en riesgo los empleos y, con ellos, los ingresos de las familias —la base del consumo privado. A esto se suma un entorno internacional incierto, con políticas comerciales de EUA que impulsan una guerra comercial que implicaría menor crecimiento global, menor producción y menos generación de empleo.
La interdependencia de las cadenas productivas y la seguridad alimentaria compartida hacen que el comercio dentro de Norteamérica sea indispensable. Por eso, el T-MEC sigue siendo valorado por el gobierno de EUA. Hoy es difícil trazar una línea clara entre qué se produce en México, Estados Unidos o Canadá.
México tiene la oportunidad de impulsar la inversión en investigación y desarrollo (I+D) para detonar innovación, fortalecer manufacturas estratégicas y de alto valor agregado, en especial en tecnologías de la información y comunicación, y elevar la productividad laboral. Solo así podremos alcanzar un crecimiento económico sostenido y compartido.
Aunque el semáforo de inversión como porcentaje del PIB está en verde, en el 4T2024 tanto la inversión pública como la privada cayeron, en línea con una contracción del PIB de (-) 0.6 % trimestral. Para que la inversión impulse el crecimiento económico, su participación en el PIB debe ser superior al 24 % en periodos de crecimiento.
El Plan México plantea una ruta para que la inversión privada, que representa el 90 % de la inversión total en el país, detone nuevas oportunidades productivas. Pero se necesitan proyectos concretos, especialmente en el sector energético, para asegurar que la falta de capacidad no frene la llegada de industrias de alto valor agregado.