Aumenta las conexiones entre neuronas y, sobre todo, entre distintas regiones del cerebro. Desarrolla la red neuronal por defecto, esa que nos permite refugiarnos del estrés y ser creativos. Además, varios estudios sugieren que alarga la vida.
En este sentido, la meditación, con todas sus técnicas y modalidades, ha demostrado ser una útil herramienta para lograr ese remanso de calma en que nuestras neuronas puedan tomarse un respiro para organizarse. Tanto es así que, en las últimas dos décadas, varios estudios científicos se han volcado en comprender cuáles son los mecanismos por los que actúa y qué efectos físicos produce en el cerebro.
Sabemos, por ejemplo, que aumenta el grosor de la corteza cerebral en la zona de la red neuronal por defecto, tal y como apunta un estudio reciente publicado en Scientific Reports, realizado con 14 estudiantes universitarios, que se entrenaron en técnicas de mindfulnes durante 40 días.
En la misma línea, tras un par de meses de practicar meditación durante diez minutos, cinco veces a la semana, cambiaban para mejor los patrones cerebrales de los participantes. En concreto, potenciaba la conectividad entre los dos estados de conciencia del cerebro: la red neuronal por defecto –activa cuando no estamos haciendo nada especial ni estamos centrados en el mundo exterior– y la red dorsal de atención –activa cuando tenemos la atención puesta a nuestro alrededor–.