El presidente Andrés Manuel López Obrador decepcionó a sus críticos a lo largo del sexenio. Ninguna de las plagas presagiadas por ellos se cumplió: México está en las antípodas de Cuba y Venezuela. La inversión extranjera directa ascendió a 23 mil 300 millones de dólares en el primer trimestre del año, una cifra jamás lograda. El peso mantiene su firmeza y las reservas del Banco de México (BM) alcanzaron su mayor nivel histórico al llegar a los 216 mil millones de dólares en la primera semana de marzo. La tasa de desempleo en abril (2.6%) fue la menor de América; Estados Unidos registró 3.9% y Canadá 6.1%. La deuda externa se redujo en 894 millones de dólares con un pago anticipado. En mayo la inflación anualizada escaló al 4.69%; los analistas habían previsto un 4.82%. En pocas palabras, el país no se cayó en pedazos como anticipaban los agoreros.
AMLO dará el último mentís a quienes aseguran que, a partir del 1 de octubre, será el poder tras bastidores. Antes se dijo que pretendía reelegirse. Sin embargo, al contrario de sus predecesores, quienes dilataban la sucesión presidencial para no perder influencia, la anticipó. Lo hizo para mostrar su desapego al poder y porque las condiciones eran propicias: oposiciones inexistentes y grupos de presión dedicados a defender sus intereses y a desacreditar a la 4T, en vez de atraerse a los sectores menos favorecidos y presentar un programa alternativo. AMLO utilizó la legitimidad de su presidencia y la mayoría en el Congreso para emprender un proyecto largamente anticipado: el cambio de régimen político.
En el ocaso de su Gobierno, López Obrador «anota importantes logros, pero no ha conseguido materializar muchos de sus proyectos insignia, como igualar el sistema de salud mexicano al de Dinamarca, sacar al ejército de las calles o reducir los índices de violencia», escribe Cecilia Barría (BBC News Mundo, 29.05.24). La periodista ha escrito sobre la guerra civil de Libia, los ataques terroristas en Londres, el golpe de Estado de 2009 en Honduras, el narcotráfico en México y elecciones presidenciales. Barría advierte que no obstante el «rechazo visceral que provoca en quienes lo acusan de populista, autoritario y mentiroso, y a sus enfrentamientos constantes con la prensa, AMLO se acerca al final de su mandato con una aprobación cercana al 60%, según un promedio de distintas encuestas, un porcentaje que muchos mandatarios del mundo desearían tener».
La visión parcial y prejuiciada de la derecha radical, la inquina de los poderes fácticos, los medios de comunicación aliados y la «comentocracia» pesaron menos en las urnas que la aprobación y el apoyo al primer presidente de izquierda de los 84 últimos años. Los líderes que han construido bases sociales amplias y encabezado, desde distintas trincheras, luchas por la libertad, la democracia, la igualdad y la justicia, accedieron al poder y contribuyeron a la transformación de sus países. Los casos más recientes son los del sindicalista Lech Walesa (Polonia), el activista Nelson Mandela (Sudáfrica), el dramaturgo y escritor Václav Havel (Checoslovaquia, después República Checa), el también líder obrero Luiz Inácio Lula da Silva (tres veces presidente de Brasil), Barack Obama (Estados Unidos) y López Obrador. El mexicano catalizó el enfado nacional contra un sistema viciado y una clase política mendaz y predadora. En los platillos de las urnas pesaron más los aciertos que los errores del Gobierno de AMLO.