En Lehmann Maupin, exposiciones de nuevos trabajos que impulsan la forma del arte callejero, de Barry McGee de San Francisco y Osgemeos, los artistas brasileños que él se inspiró.
El arte callejero se encuentra en una situación curiosa. Más de 50 años después de su invención como las insistentes y descontroladas marcas que los niños hacían con sus nombres en las paredes y los costados de los vagones del metro, ha evolucionado hasta convertirse en un lenguaje mundial y un coloso comercial, que ha pasado de estar fuera de la corriente principal a estar en el centro de la misma. Sus progenitores, que ya han alcanzado la mediana edad, siguen buscando formas de impulsar esta forma, aunque esa forma vaya más allá de su modo improvisado y fuera de la ley y se convierta en algo más ordenado y educado.
Dos exposiciones de los nuevos trabajos de los artistas Osgemeos y Barry McGee en la galería Lehmann Maupin de Manhattan ilustran los caminos divergentes que ha recorrido el artista envejecido. Ninguna de ellas representa un cambio significativo para ninguno de los dos artistas, sino más bien un retroceso en sus prácticas bien definidas, perfeccionadas para el consumo en galerías durante los últimos 30 años. Pero la familiaridad puede ser instructiva, un mapa de la longevidad por encima de la novedad. Su obra sugiere que la calle es más una mentalidad que un medio.