La gubernatura de Coahuila se decidirá entre el PRI y Morena. A un año de las elecciones, Massive Caller prevé un final de fotografía entre los partidos cuyos líderes reales son el gobernador Miguel Riquelme y el presidente Andrés Manuel López Obrador. Si las elecciones fueran ahora, habría un empate técnico. La moneda, pues, está en el aire. De acuerdo con un sondeo del 30 de abril, Morena obtendría el 36.7% de los votos, y el PRI, el 36.2%. El PAN solo captaría el 8%. En la encuesta previa, la intención de voto por el partido tricolor era 4.2% mayor. Las preferencias empiezan a mudar y las luces de la alternancia se han vuelto a encender como pasó en 2017. Quizá esta vez no se apaguen, pero aún es temprano para aventurar un resultado. El dinosaurio de Coahuila supera en vidas al gato.
La postulación del secretario de Desarrollo Social, Manolo Jiménez, solo podría echarla abajo un terremoto; y su campaña, un escándalo. Para el 46.4% de los consultados, Jiménez debe ser el candidato del PRI, seguido por el alcalde José María Fraustro (10.5%), y el diputado Jericó Abramo Masso (9.6%). El panista con más conocimiento y peso es Guillermo Anaya. Tiene más de cuatro años fuera de escena, pero aun así supera en preferencias (30%) a Alfredo Paredes (13.8%), a Marcelo Torres (11.3%) y a Jorge Zermeño (10%). Ser visto como víctima del sistema y de los Moreira favorece a Anaya. En 2017 estuvo a menos de tres puntos de ser gobernador.
El horizonte en Morena es claro, pero podría sembrarse de nubarrones. Según la indagación de Massive Caller, el exdiputado Luis Fernando Salazar (24.3%) «debería» ser el candidato. El enchufista Armando Guadiana (senador) tiene el 20.6% de las preferencias; el director de Operación y Evaluación del IMSS, Javier Guerrero, el 13.6%; y el subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, el 12.%. Este sube 2.6% con respecto a la medición de marzo, un avance mínimo si se considera su activismo a partir del referéndum revocatorio de abril. Sin embargo, no tiene la misma exposición mediática que el delfín del gobernador Riquelme. Guerrero es el tercero en las intenciones sin hacer campaña.
En el año que media para las elecciones del gobernador pueden variar las posiciones y modificarse las tendencias. Ya se empieza a ver. Lo que no cambiarán serán las siglas de los partidos finalistas: PRI y Morena. El partido de Miguel Riquelme necesita al PAN para no ser arrasado por la ola guinda. En la coyuntura los bonos de Acción Nacional suben, pues, en un proceso competido y si la alianza «Va por Coahuila» se concreta, no sería satélite del PRI, como el PRD lo ha sido siempre en el estado, sino una fuente de votos para Manolo Jiménez.
Morena necesita un candidato de unidad y generar confianza en todos los sectores. Al partido del presidente se le volverá a colgar el sambenito de ser un «peligro» para Coahuila como pasó en las elecciones de alcaldes de 2021. La campaña le permitió al PRI recuperar Torreón y otros municipios. El argumento era: cruzar el escudo del PAN equivalía a «desperdiciar» el voto. Si una vez postulado el candidato de Morena los demás aspirantes lo apoyan solo de dientes afuera, el PRI podría conservar el poder seis años más para completar 100. Pero si Mejía, Guerrero, Salazar y Guadiana cierran filas, López Obrador podría plantar bandera en la tierra de Francisco I. Madero, uno de los apóstoles de la Cuarta Transformación.