Estructurada como un libro de viajes, nos lleva hasta lugares que ya forman parte de nuestra cultura, pero también trata sobre cómo encontrarse a sí mismo mientras intenta perderse en su mundo de fantasía
Jonathan Swift nació en 1667 y murió en 1745. Irlandés, de la minoría inglesa dominante, fue un gran defensor del pueblo de su país, mayoritariamente pobre y católico. Swift fue eclesiástico anglicano e intervino mucho en la defensa de sus colegas en Irlanda, sobre todo en su primera etapa en Londres, donde participó de forma activa en política. El genio satírico de Swift no se hace patente solo en ‘Los viajes de Gulliver’, sino también en otros muchos de sus escritos polémicos, como la célebre ‘Modesta proposición para acabar con los niños pobres irlandeses por el simple método de comérselos’.
Publicó ‘Los viajes de Gulliver’ en 1726, hace casi 300 años. Es una sátira política brutal y divertidísima. Estructurada como un libro de viajes, nos lleva hasta lugares que ya forman parte de nuestra cultura, pero también trata sobre cómo encontrarse a sí mismo, mientras intenta perderse en su mundo de fantasía.
‘Los viajes de Gulliver’ no es preeminentemente una novela o un relato; en verdad, pertenece a un género literario más complejo: la sátira. Es una parodia de libro de viajes. Es notable la influencia adquirida, tanto en la forma como en el espíritu, de una larga lista de obras satíricas que empieza en la Antigüedad. Gulliver cumple con todos los tópicos característicos de este género clásico. Se ríe de la vanidad en los deseos más comunes del género humano: dinero, poder, fama, longevidad, conocimiento (sobre todo el que no implica esfuerzo), belleza, etc. Como sucede con la gran mayoría de este tipo de composiciones, no se puede afirmar, precisamente, que incite a los lectores a llevar una vida ejemplar.