Para Toño Harb, amigo entrañable, por su salud.
Gerardo Hernández
Esta columna está dedicada no a los personajes de la historieta del dibujante belga Pierre «Peyo» Culliford, publicada por primera vez en el semanario Le Journal de Spirou el 25 de octubre de 1958, sino a quienes les dan vida: un ejército de preparadores del ECIM (Encuentros Cristianos de Integración Matrimonial) Torreón. Les llaman Pitufos por sus playeras azules, su activismo y su entrega a los demás. ECIM está integrado por matrimonios capacitados para ayudar a la sociedad mediante la impartición de retiros matrimoniales, los cuales propician una mejor vida conyugal y fomentan una relación basada en los valores cristianos. Mi esposa Chilo y yo asistimos al encuentro celebrado este fin de semana en Teotepec, en la sierra de Arteaga.
A este tipo de apartamientos —es nuestra idea— se debe acudir vacíos para ser llenados. Vacíos de ruidos, agobios y prisas, para lo cual deben echarse a un lado los dispositivos móviles. El miedo irracional a estar sin teléfono —nomofobia— es una de las plagas del siglo XXI. Los retiros llenan de paz, alegría y brindan una visión nueva de las cosas. El mundo sigue donde lo dejamos, con sus miserias, injusticias, guerra y secularismo, pero también con su belleza (pensamos en la sonrisa de nuestros hijos y nietos), en la simplicidad de los niños, en el aletear del colibrí. Cambiar y preservar lo bueno depende de cada uno.
Los avances científicos y tecnológicos, la mayor esperanza de vida, el consumismo, la abundancia y la egolatría, jamás llenarán nuestros vacíos interiores. Se procura el bienestar antes que el bien ser y el ser bueno. Otras epidemias de nuestro siglo son la depresión, los suicidios, la drogadicción y las adicciones sociales. La advertencia de André Malraux de que «El siglo XXI será espiritual o no será», esta hoy más viva que nunca. El hombre prueba de todo, toca la Luna, pero al verse en el espejo y contemplarse pequeño por vacío, siente miedo y vuelve a emprender el camino hacia lo trascendente. «La muerte solo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida», nos dice el autor de la Condición humana.
La misión de ECIM es importante porque atiende la base de la familia: el matrimonio, siempre amenazado. El cardenal Robert Sarah, quien es prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, enfatiza los esfuerzos del maligno para destruir la familia a través de intermediarios que «inspiran y someten a votación leyes inicuas contrarias a la unidad del vínculo conyugal y de la vida» (leyes en pro del aborto). (EuropaPress, 21.04.23). Igualmente execra de la persecución religiosa: en ningún lugar es «más clara que en la amenaza de las sociedades contra las familias a través de la demoníaca ideología de género, un impulso mortal que se experimenta en un mundo que extirpa cada vez más a Dios a través de la colonización ideológica», denunciada por el papa Francisco (Catholic.net).
Los Pitufos de Peyo eran 100. Los de EICM, cada uno con características propias, como los azules, brotan cual hongos. Los encuentros sirven para silenciar la mente y expandir el alma. Lo que menos se hace es rezar, no a la manera tradicional, pues hay otras formas de orar para agradecer, sanar el espíritu y elevarlo al cielo. La compañía, la escucha y el consejo de tres sacerdotes enriquecieron aún más la abstracción. Quizá los Pitufos no tengan idea de lo mucho que hacen en favor de los matrimonios, las familias y de una sociedad atrapada por el vértigo. ¿Quiere conocerlos, verlos en acción? Llame al (817) 149 9574. La experiencia incluye un regalo inapreciable: amistades nuevas. «Todo mi patrimonio son mis amigos» (Emily Dickinson).